In corde, in ore, in opere: por el camino de la coherencia hasta la Cruz. Quinto día de trabajo del Congreso Internacional de Comisarios de Tierra Santa | Custodia Terrae Sanctae

In corde, in ore, in opere: por el camino de la coherencia hasta la Cruz. Quinto día de trabajo del Congreso Internacional de Comisarios de Tierra Santa

Convento de San Salvador, Jerusalén. 3 de febrero de 2012

La oración de Laudes y la santa misa que han abierto, en la iglesia de San Salvador, la jornada del viernes 3 de febrero, penúltima del Congreso Internacional de Comisarios de Tierra Santa, han estado presididas por fray Massimo Tedoldi, secretario general de la Orden para las Misiones y la Evangelización. En su homilía, fray Massimo se ha detenido a analizar la figura de san Juan Bautista y el episodio de su martirio, propuesto para este día por la liturgia. Juan, que ofreció todo al Señor: su vida, su corazón y su persona hasta el martirio, es altísimo ejemplo de fidelidad, de hombre justo y santo que proclama valerosamente la verdad, de un profeta de Dios que transmite su ley y su voluntad. Por tal motivo, la síntesis del potente mensaje que viene de la voz y del ejemplo de Juan, también a la distancia de siglos, se podría definir como «la fórmula de la coherencia», es decir, que custodia en el corazón, lo dice con los labios y lo realiza con las manos (in corde, in ore, in opere). Precisa fray Massimo: «Esta es la coherencia: la misma Palabra que nace dentro de ti y forma un todo contigo, in corde, te empuja a anunciarla,{in ore y exige ser encarnada, in opere. Un hilo de oro de concreción une el corazón con los labios, los pies y las manos». Juan ha sido precisamente el mejor intérprete de una predicación esencial, de una vida, desde la primera alegría en el seno de su madre, Isabel, completamente absorbido por la concreción de la Palabra y el encuentro con la persona de Jesús. Todo en él habla de un Dios encarnado y presente en la historia del hombre, de un Cordero presentado ante él para recibir el bautismo. Este es un precioso mensaje sobre todo para los comisarios de Tierra Santa, una invitación a huir de una teología desencarnada y teórica, para ser en las propias provincias «un trocito de Tierra Santa: de concreción, de efusión de humanidad genuina. ¡De la cercanía de Dios! Cuando venís aquí, vuestros 5 sentidos son como un radar que capta la presencia del Dios encarnado. ¡Devolvedlo luego a vuestros hermanos de la provincia! Y, con los fieles, dad concreción a vuestra predicación dejándoos tocar, para que lo que habéis visto, oído, tocado se les transmita». Fray Massimo ha concluido exhortando a los comisarios a ser como Juan «un Eco de exultación indicando la presencia del Señor allí donde vive la gente».

La mañana ha seguido después con los informes, en las tres lenguas del Congreso (italiano, inglés y español) relativos a los dos primeros temas de los días anterios: Los comisarios y su relación con la Custodia, la provincia y la diócesis} y La situación económica de la Custodia y la contribución de los comisarios. La exposición de cada informe ha estado seguida de un debate y una discusión en la asamblea plenaria.

Por la tarde, a las 15.00, tras el almuerzo en común en la Casa Nova franciscana, los comisarios han podido participar en el Vía Crucis que, todos los viernes, los frailes de la Custodia recorren por las estrechas calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, desde el patio de la escuela islámica de al-Omariya, frente al convento de la Flagelación donde en un tiempo se encontraba la Fortaleza Antonia y el Pretorio de Pilato y donde Jesús fue condenado a muerte, a lo largo de la vía Dolorosa y hasta la Basílica del Santo Sepulcro. Algunos comisarios llegaron con anticipación respecto al inicio de la liturgia y visitaron la iglesia franciscana de la Flagelación y el interesante Museo arqueológico que se encuentra allí. Había numerosos religiosos y religiosas, turistas y grupos de peregrinos para, como de costumbre, participar en el Vía Crucis. Poco antes del inicio de la celebración se unieron a ellos un gran número de franciscanos de la Custodia y comisarios, vicecomisairos y colaboradores, junto con el Ministro general de la Orden, fray José Rodríguez Carballo, y el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa. El Vía Crucis, intenso y sugerente, con las lecturas relativas a cada estación leídas en tres lenguas (italiano, inglés y español), comenzó y el largo cortejo se fue consolidando a lo largo de la Vía Dolorosa, acompañado por la liturgia y deteniéndose brevemente en las capillas que se encuentran en las tradicionales estaciones. Una vez conmemorada la tercera caída de Jesús bajo la cruz, que se corresponde a la IX estación, señalizada por los restos de una columna en el muro cercano al Patriarcado Copto ortodoxo, el grupo de fieles ha llegado a la Basílica del Santo Sepulcro atravesando la pequeña puerta y la escalera que conducen a la pequeña capilla copta de San Miguel, la cual introduce directamente en la plaza de la basílica. Aquí, primero en el Calvario y después ante el Sepulcro del Señor, se han celebrado las últimas estaciones del Vía Crucis que ha concluido, además de con la tradicional oración según las intenciones del Sumo Pontífice y otra en favor de los benefactores de Tierra Santa, con una oración particular en favor de los comisarios de Tierra Santa. Tras la bendición solemne, se ha entonado el Regina Coeli, que ha puesto punto final a la celebración.

Antes de volver al convento de San Salvador y retomar las sesiones de trabajo del Congreso, el grupo de comisarios, junto al Ministro general y al custodio, han posado para la tradicional foto en el exterior de la basílica, en la escalera que sube a la Capilla de los Francos, adyacente al Calvario.

En la segunda parte de la tarde, los comisarios se han entregado de nuevo a la actividad congresual, continuando con la elaboración y discusión del esbozo del documento final de la guía de trabajo para la actividad de los comisarios. La presentación del esbozo reelaborado a la Comisión designada para su aprobación ha suscitado un vivo diálogo entre los participantes.


Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Miriam Mezzera


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