«¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» | Custodia Terrae Sanctae

«¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»

Sábado 28 de marzo – Peregrinación a Betfagé

La Semana Santa, corazón espiritual de Jerusalén y culmen del año litúrgico, empieza tras cuarenta días de preparación.
El sábado 28 de marzo, los franciscanos han realizado la última peregrinación cuaresmal ligada ya a la festividad del Domingo de Ramos. Una delegación se ha acercado hasta el santuario de Betfagé para celebrar allí la misa. Aquí, Cristo pidió a sus discípulos que fueran a buscar un asno para su entrada triunfal en Jerusalén.
«Jerusalén es una ciudad donde se mata, ciudad de los egoísmos, ciudad en la que Cristo lloró, pero sobre todo ciudad donde está enraizada nuestra salvación», comenta fray Hugues, predicador de las peregrinaciones de Cuaresma.
Mientras los frailes menores estaban reunidos en la iglesia con los parroquianos locales y un grupo de peregrinos, la comunidad india de trabajadores inmigrantes estaba en el patio del convento para comenzar la procesión de los Ramos.
Desde la vigilia, el barrio cristiano de Jerusalén estaba en plena efervescencia: algunos parroquianos tejían los ramos, por los altavoces sonaban oraciones, los exploradores ensayaban su desfile... ¡La Semana Santa está lista para empezar!

Domingo 28 de marzo – Misa del Domingo de Ramos y procesión

«Los niños judíos extendían sus propios mantos sobre el pavimento y exclamaban: “¡Hosanna al Hijo de David!¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”». Estas palabras han acompañado a los fieles al Santo Sepulcro durante la procesión de los Ramos.
Reunidos en torno al patriarca latino, los clérigos –franciscanos, sacerdotes estudiantes y seminaristas del Patriarcado- habían acudido en gran número. En la larga procesión, el rojo de los paramentos litúrgicos se combinaba con el verde de los ramos de palma. En la basílica, inundada por el sol matutino, el ruido de los ramos al agitarse acompañaba el sonido potente del órgano: una atmósfera festiva y majestuosa al mismo tiempo, a imagen de la entrada solemne y popular de Cristo en la Ciudad Santa.
Al comienzo de la procesión la multitud era ingente, pero los kawas fueron poniendo orden.
En esta larga celebración eucarística –tres horas con el canto de la Pasión- había pocos fieles locales. Algunos fieles de Nablús vinieron con su párroco. La asamblea, en su mayoría, estaba compuesta por voluntarios internacionales y peregrinos. La misa desconcertó un poco a los peregrinos: «Era difícil de seguir, pues apenas se oía nada sin micrófonos», dice uno de ellos. De hecho, los coptos que se encuentran tras el edículo cantaban a pleno pulmón. Por fortuna, los libros litúrgicos que se distribuyeron permitieron a todos seguir esta hermosa liturgia de la fiesta. A la misa siguió la gran procesión de la tarde.

Bajo un sol esplendoroso y una atmósfera de fiesta, todos se acercaron a Betfagé a primera hora de la tarde. Sacerdotes y seminaristas del Patriarcado latino, franciscanos, parroquianos de Palestina, Israel y Jerusalén, pero también peregrinos, extranjeros de paso o que viven en el país... Iglesias locales y de todo el mundo reunidas para la procesión del Domingo de Ramos en los lugares mencionados en la Biblia.

Tras la lectura del Evangelio, se invitó a todos a rezar por la paz en Tierra Santa y en el mundo entero, pero también por la conversión de los corazones. Poco a poco, la asamblea se puso en camino. En último lugar se colocaron los seminaristas del Patriarcado, el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, y el patriarca latino de Jerusalén, Mons. Fuad Twal.
Con ramos de palma y olivo en las manos, abanderando cada grupo de su parroquia, los cristianos se pusieron en camino hacia Jerusalén cantando y rezando en grupos. «Tenemos sensibilidades y estilos distintos, pero cada uno de nosotros reza a su modo. Pienso que esta procesión es un testimonio de paz y unidad que puede impresionar a judíos y musulmanes», subraya el padre Pablo, argentino que vive en Tierra Santa desde hace seis años. Jaime, un joven español que estudia aquí se maravilla: «Toda Jerusalén está aquí. ¡He visto incluso a mi profesor de hebreo, que es judío!». Más allá, jóvenes musulmanas veladas participan en la fiesta.

Los franciscanos han dejado la animación en manos de sus jóvenes seminaristas: guitarras y tam-tam han acompañado los distintos cantos, mientras algunos bailaban. Los aspirantes franciscanos les precedían cantando a grito pelado. «La fiesta de hoy es única en todo el año. Es un clima muy distinto al que reina en el Santo Sepulcro», dice uno de ellos.

El patriarca, llegando a la basílica de Santa Ana, bendice a la muchedumbre antes de que los exploradores se marchen desfilando hacia los muros externos de la ciudad hasta la puerta Nueva. Uno de los parroquianos de San Salvador afirma: «Si la mitad de los parroquianos está en la procesión, la otra mitad está aquí para acompañar a los exploradores». De hecho, la gente en gran número se ha reunido para celebrar, como hace dos mil años, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.