Basílica de la Anunciación: Una obra necesaria para consolidar la roca de la venerada Gruta | Custodia Terrae Sanctae

Basílica de la Anunciación: Una obra necesaria para consolidar la roca de la venerada Gruta

Los peregrinos, habituados durante años a permanecer en oración en el interior de la Gruta de la Basílica de la Anunciación, quedan un poco desilusionados al encontrarse con el acceso cortado por un cartel que les invita a quedarse en el exterior, tras la hermosa valla de hierro forjado. El motivo de la decisión, recientemente adoptada por los Franciscanos al servicio del Santuario, ha sido la progresiva degradación de la roca de la Gruta que ha llegado a un punto crítico y preocupante.

Esta progresiva degradación del material rocoso de la Gruta, en especial en la cavidad superior, se venía observando desde hace ya algunos años.
A pesar de numerosos tratamientos que se han aplicado, sobre todo desde los años ochenta, la roca continuaba mostrando una incoherencia estructural que se manifestaba en caída, de manera preocupante, de fragmentos lapídeos de la bóveda, sea en forma de polvo o también en fragmentos más consistentes.

Las causas de este deterioro superficial son diversas. La principal es la naturaleza de la roca de la Gruta, que desciende, incluyendo el lugar de la iglesia, por la colina bajo la que surge la ciudad de Nazaret. Se trata de una caliza blanca tan friable como una marga; algo que en términos geológicos e ingleses llamamos "chalk". Un material tan maleable que los peregrinos escultores venidos de Francia, al decorar la nueva basílica de la Anunciación, construida en época cruzada, la usaron para los espléndidos capiteles con la historia de la Iglesia y de los Apóstoles, que podemos admirar en el pequeño museo sito junto al Santuario (que, evidentemente, corren el mismo peligro que la roca de la gruta).

La iglesia cruzada fue destruida en el siglo XIII por orden del Sultán Baybars ad-Dhahir. En 1620, el emir druso de la montaña del Líbano, Fakhr ed-Din la donó al padre Tommaso Obicini da Novara, Custodio de Tierra Santa. Fue una bella página de las relaciones amistosas entre los musulmanes y la Custodia Franciscana de los Santos Lugares. De esta manera, los Franciscanos tomaron posesión de la Gruta y de las ruinas de la iglesia de la época de los Cruzados.

En la restauración que siguió a la donación, la iglesia fue reconstruida y la Gruta protegida en su interior y dignificada con una cubierta o enlosado, de mármol por dentro y por fuera. Este trabajo ha sido, en parte, el responsable del comienzo de degradación, al impedir a la roca respirar y una interacción libre con el ambiente circundante, perdiendo cohesión, a causa de la humedad acumulada.

En 1974 finaliza la construcción de la grandiosa nueva Basílica, ideada por el arquitecto Giovanni Muzio. El último trabajo correspondió precisamente a la Gruta a la que se despojó de su revestimiento lapídeo optando por una solución estéticamente bella y, emotivamente, lograda.

Del antiguo monumental altar con columnas y esculturas decorativas, quedó, en la Gruta, solamente la mesa y, bajo ella, la estrella que recuerda el misterio que en dicha Gruta se celebra. En la nueva iglesia resalta la Gruta, aislada y despojada, bajo la gran cúpula, en forma cónica, con el muro, de época cruzada, a sus espaldas y los restos de los mosaicos de la primera iglesia paleocristiana, en la que estuvo englobada en los comienzos del IV siglo. Una solución que, para la roca ha supuesto un nuevo choc por tenerse que enfrentar a un nuevo microclima.

Microclima húmedo, doblemente agravado por una práctica de piedad muy común hasta la reciente clausura de permitir a los grupos de peregrinos entrar y permanecer en gran número en la Gruta, a pesar de que esta práctica fuese desaconsejada por los expertos; consejo que fue tenido en cuenta durante cierto tiempo.

La bella verja en hierro batido, obra del artista austríaco, Hermann Pedit, estaba ideada precisamente para la protección de la Gruta, impidiendo el acceso de los grupos. Es difícil hacer entender a los visitantes y, menos a los peregrinos, que nuestros cuerpos emanan humedad y anhídrido carbónico, ambos perjudiciales y nocivos, multiplicados al infinito y unidos a otras causas naturales, ya de por sí, suficientemente problemáticas.

Ha sido necesario iniciar una campaña de investigación para poder comprobar los factores y la modalidad de la degradación sufrida. Desde el día de la clausura, en noviembre pasado, la primera indagación se está efectuando por medio de tres hidrómetros (medidores de humedad) colocados: en la Gruta, sobre la escalinata del pasadizo, al fondo de la Gruta y al exterior de la basílica para poder medir los parámetros termo-hidrométricos.
Sensores adecuados para registrar, mostrar y revelarnos la temperatura y la humedad del área, del ambiente e, incluso de la roca de las paredes.

Por ahora, este ha sido el motivo principal y único por el que se ha tomado la decisión de clausurar temporalmente el acceso a la Gruta y, de esta manera, no aumentar las tasas de humedad. Los datos recogidos son procesados a través de un oportuno programa de cálculo que ofrece la posibilidad de observar las mutuas influencias entre la roca y la atmósfera circundante en vistas a la intervención definitiva.
En un segundo momento, en el laboratorio del Centro Ateneo de la Universidad de los Estudios de Florencia, se han efectuado las primeras indagaciones petrográficas sobre algunos de los fragmentos desprendidos en la Gruta.

A estos exámenes, ha seguido, de forma experimental, una intervención directa que ha consistido en tratar con productos oportunos los fragmentos recogidos (llamados nanopartículas) para devolver a la roca friable la cohesión y consistencia originales. Lo que se hace en la práctica es hacer penetrar al interior de la formación calcárea productos que pueden aumentar la cohesión de las partículas de la roca, sin crear estratos de aislamiento, que, en las anteriores intervenciones, han demostrado ser perjudiciales.

Los resultados de laboratorio resultan muy esperanzadores, como lo ha manifestado el Prof. Piergiorgio Malesani, que dirige el grupo de jóvenes expertos del Centro, de comprobada competencia, al servicio del Santuario.
Pueden, pues, los peregrinos sentirse tranquilos. Al terminar la restauración podrán visitar este santuario con la certeza de que la Gruta, venerada como parte de la Casa de María desde los primeros siglos, protegida y dignificada por los edificios de culto durante los siglos subsiguientes, podrá afrontar con seguridad y estabilidad adecuadas también durante los siglos venideros.

Fr. Michele Piccirillo ofm