Aprender a amar Tierra Santa con los franciscanos | Custodia Terrae Sanctae

Aprender a amar Tierra Santa con los franciscanos

La Custodia de Tierra Santa, que presenta muchas caras y puede ser descubierta de distintos modos, acoge regularmente a sacerdotes o religiosos durante algunos meses. Este es el caso de fray Ronald Antívar Muriel, orginario de Colombia y religioso de la Orden de San Agustín.

Vestido con su hábito negro de agustino, se le ve frecuentemente, elegante y sereno, por los pasillos del convento, en el Santo Sepulcro o durante las celebraciones en los santos lugres. Su primer objetivo es estudiar Arqueología bíblica en el Studium Biblicum Franciscanum, pero sobre todo profundizar en su fe a través del descubrimiento de los santos lugares. «Sacerdote desde hace cuatro años, concluí mi licenciatura en Sagrada Escritura en Roma. Sentí el deseo de venir a Tierra Santa para completar mis estudios y vivir con mayor profundidad lo que había aprendido. Mis superiores me dieron el visto bueno y así llegué a la Custodia», explica sonriendo. «El objetivo es servir mejor a Dios y a los hombres, compartir esta experiencia con aquellos que no tienen la suerte de poder venir aquí. Tierra Santa es una etapa de mi vida y los descubrimientos y conocimientos que he adquirido me serán útiles para ayudar a la Iglesia en su misión».

Cuando se le pregunta si ha podido realizar lo que tanto deseaba, responde encantado: «¡He recibido más de lo que había pedido!». El contacto con los santos lugares, la región que Dios ha elegido para encarnarse en su Hijo Jesucristo, es importante para todos los cristianos. Permaneciendo aquí varios meses, fray Ronald ha podido aprovecharlo plenamente. «He podido celebrar aquí la misa, vivir la liturgia. Una cosa es venir aquí de visita y otra es tener el tiempo necesario para rezar y contemplar estos lugares. He tenido, por ejemplo, la posibilidad de pasar ocho días con la comunidad de franciscanos de Cafarnaún, celebrar con ellos, abrir la ventana y ver el lago de Tiberíades, ir a meditar la Palabra de Dios, ir a la casa de Pedro, rememorar lo que Jesús hizo en estos mismos lugares... Todo esto me ha emocionado mucho».

En esta tierra esencial para todos los cristianos, el ecumenismo es cotidiano y visible, sobre todo en algunos santos lugares compartidos entre varias confesiones, lo cual quedará fijado también en la memoria de fray Ronald. «Ha habido un gran gesto de amistad de un sacerdote ortodoxo en el Santo Sepulcro que me ha impactado. Lo saludaba cada vez que iba a rezar e intercambiábamos algunas palabras. Cuando le dije que tenía que volver a mi país, fue corriendo a buscar un rosario e imágenes de la Virgen para regalármelo. No es mucho, pero fue muy hermoso en un contexto en el que siempre se dice que las Iglesias católica y ortodoxa están muy alejadas la una de la otra».

La vida con los franciscanos

Acogido en el convento de San Salvador de Jerusalén, fray Ronald ha vivido estos meses en el seno de la Custodia y regresa satisfecho. «Mi experiencia en Tierra Santa no habría sido la misma sin los franciscanos. Lo que para mí es más valioso es haber vivido con ellos, haber compartido su comida, sus celebraciones, sus recreaciones y sus fiestas: la vida. Me ha impresionado esta fraternidad entre religiosos de distintas espiritualidades. ¡Hemos unido a san Agustín con san Francisco! Me han pedido que animara algunas reflexiones y meditaciones durante mi estancia. He podido compartir un poco mi espiritualidad, mi visión, lo que Dios ha hecho conmigo hasta ahora».

«Con ellos he aprendido el amor a Tierra Santa, la hospitalidad, el carisma franciscano y el valor de la historia franciscana en esta región del mundo. Desde hace muchos siglos, numerosos frailes han ofrecido su vida por Tierra Santa. Todas las tardes, en el refectorio, se lee la vida de los frailes que han vivido aquí. ¡Tantos años de vida religiosa, tantos años en Tierra Santa, misiones y obras...! Han trabajado para conservar la memoria y la custodia de los lugares santos, para posibilitar que los peregrinos entren en contacto con esta tierra. Tengo un sentimiento de gratitud hacia ellos. Son ejemplos que invitan a todos a hacer algo por Tierra Santa. Vuelvo a Colombia, pero desde ahora estoy ligado a estos lugares. Siento la obligación de hacer algo por esta tierra, allá a donde vaya y según mis posibilidades, a través de la predicación, la ayuda material o la oración».
¡Buen viaje de regreso, querido hermano!

Hélène Morlet