
8 de diciembre de 2025, Inmaculada Concepción
Segundo Lunes de Adviento
Fray Giovanni Claudio Bottini
¡El Señor les dé paz! Soy fray Giovanni Claudio Bottini, del Studium Biblicum Franciscanum, y les hablo desde el santuario de la Flagelación de Jesús, en la Vía Dolorosa en Jerusalén.
En el camino hacia la Navidad de Jesús, la Iglesia hoy nos hace encontrar a María, su bendita Madre, venerada e invocada bajo el título de Inmaculada. Resuenan hoy en todas las iglesias expresiones como «Toda hermosa eres, oh María, y en ti no hay mancha original» (Himno) o «Toda hermosa eres, oh María, la culpa original no te ha tocado» (Antífona).
¿Pero qué es esta «mancha» o «culpa» original que ni siquiera ha «tocado» a María? Es esa «inclinación al mal» o «naturaleza herida» que caracteriza a toda persona humana y la impulsa a no confiar en la bondad de Dios, a tenerle miedo y, peor aún, a desobedecer sus mandamientos. Pues bien, de este «desorden», causado por el pecado de Adán y Eva, María fue liberada por anticipado, desde su concepción, en previsión de los méritos de Cristo.
¿De dónde viene esta verdad de fe que la Iglesia hoy nos propone celebrar? La primera respuesta la encontramos precisamente en el Evangelio que hemos escuchado. El relato de la Anunciación es quizá uno de los pasajes más célebres de toda la Biblia; nunca se termina de contemplar esta escena donde el cielo y la tierra se encuentran y, por así decir, se concentran en María, la Madre de Jesús, cuyo nacimiento nos preparamos a celebrar.
El ángel Gabriel, enviado por Dios, la saluda «llena de gracia». Un saludo que maravilla a la misma María porque más propiamente es como si el ángel le dijera: «¡Alégrate, oh colmada de gracia por Dios!». La Virgen no es llamada aquí por su nombre, como si su verdadero nombre fuera: «colmada de gracia». A ella se le revela a sí misma y, enseguida, la misión de convertirse en la Madre de Jesús, el Hijo eterno del Padre que viene al mundo.
Por un lado, es Dios quien toma la iniciativa, por lo que en el origen de la vida «inmaculada» de María está la intervención amorosa de Dios; por otro lado, está la respuesta plena de María, que se pone a disposición del proyecto amoroso de Dios que se cumplirá en Jesucristo, quien por nosotros y por nuestra salvación se encarna, vive, muere y resucita.
Comprendemos entonces el profundo vínculo que hay entre la redención que preservó a María del pecado de origen y nuestra redención por medio de Cristo. Lo expresa en términos precisos y sublimes el Prefacio de la Misa de hoy: «Tú [Padre Santo] preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original para que, llena de gracia, se convirtiera en digna Madre de tu Hijo… De ella, virgen purísima, debía nacer el Hijo, cordero inocente que quita nuestras culpas».
Que se llene entonces, amigas y amigos que escuchan, nuestro corazón de confiada esperanza: Dios ha derramado en María el amor infinito que tiene por toda la familia humana, un amor que siempre previene y acompaña a todos.
¡Que nuestra voluntad, iluminada por la luz divina, siguiendo el ejemplo y por intercesión de María Inmaculada, diga el sí de la fe y nos prepare para acoger la gracia incomparable de la Navidad hacia la que caminamos!
¡Paz y Bien desde Jerusalén!
