21 de diciembre de 2025
Cuarto Domingo de Adviento
Fray Piermarco Luciano
¡Que el Señor os conceda Su paz! Soy fray Piermarco y me encuentro en Ein Karem, en el Santuario que la Tradición nos transmite como lugar del nacimiento de San Juan Bautista.
En este último Domingo de Adviento la liturgia, una vez más, nos hace ver en el Niño que va a nacer el cumplimiento de una promesa antigua cuya realización aguardaron los justos, poniendo en su cumplimiento su esperanza.
Conocemos lo que sucedió cuando “el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre de la casa de David, de nombre José. La virgen se llamaba María.” (Lc 1,26b-27).
El relato que acabamos de escuchar es la historia vista desde la perspectiva de José. El texto define a José como “hombre justo”: ¿qué significa esto? Justo es quien actúa y juzga según justicia, pero la definición de justicia en la Biblia es distinta de la nuestra: es hombre justo aquel que antes que nada y por encima de todo busca la voluntad de Dios y el modo de cumplirla. ¡Y José es así!
Hemos escuchado también que José, precisamente porque era justo, decidió repudiar en secreto a María después de que ella se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Lo que José tiene en mente hacer es algo extraño, no previsto por la “Ley” de Moisés: ¿por qué tal decisión? ¿Sospecha de María? Más de un Padre de la Iglesia (personas que han iluminado a la Iglesia con su santidad y su doctrina) propone una explicación muy distinta: José confía en María y, al reconocer que lo que está sucediendo en ella es obra de Dios, piensa que lo mejor es hacerse a un lado, retirándose ante la grandeza de Dios.
Pero también él tiene un lugar, y no secundario, en este plan, y le será revelado en un sueño por un ángel. En la Biblia, como en las culturas de los pueblos antiguos, los sueños eran considerados un medio a través del cual Dios se revelaba. Sobre todo los primeros libros de la Biblia narran cómo la voluntad de Dios se manifestó a los patriarcas a través de los sueños.
Y José acoge la desconcertante intervención de Dios en su vida, y con su obediencia toma también él parte en el designio de salvación que Dios está realizando; se convierte en padre legal de Jesús, introduciéndolo en la estirpe de David, en la corriente viva de la promesa y de la esperanza.
¿Qué nos dice esto a nosotros? Nos estamos preparando para revivir el nacimiento de Jesús, Verbo hecho carne, Dios con nosotros, que todavía hoy pide ser acogido, no en la gruta de Belén sino en el corazón de cada fiel. ¡Pero a Jesús se le acoge para donarlo! Así lo hizo María, así lo hizo José, así lo hicieron los Apóstoles, los Discípulos y todos los santos. La historia de José nos enseña que todas las veces que la fidelidad de Dios se encuentra con nuestra fe/confianza (fe/confianza verificada por la escucha obediente de la Palabra del Señor), nos convertimos en colaboradores en la obra de la salvación, permitimos a Jesús hacerse nuevamente presente en el mundo a través de nuestra vida.
Confiemos entonces nuestra vida al Señor como Él ha confiado la Suya a nosotros: que Jesús habite de manera estable en nuestro corazón, llenándolo de esa Paz y de ese Bien cantados por los ángeles en la noche santa. Este es el deseo y la oración que me hago y que os hago para la fiesta, ya cercana, de la Santa Navidad.
