Betania, el aceite de nardo y el aroma de la vida

Betania, el aceite de nardo y el aroma de la vida

“Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania (Jn 12, 1). El lunes santo, seis días antes de la Pascua, los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa realizaron su tradicional peregrinación a Betania.

Los óleos perfumados y el Viernes Santo.

El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, presidió la misa solemne durante la cual se bendijeron los óleos perfumados que se usarán el Viernes Santo durante la tradicional procesión fúnebre en las parroquias de Jerusalén y en el Santo Sepulcro, recreación de la deposición y sepultura del Señor. 

Ungüentos perfumados y óleos santos

Con la bendición de los ungüentos perfumados (aromas y nardo) en Betania se conmemoran tres episodios evangélicos: el momento en el que María, en Betania, derrama el perfume de auténtico nardo, “muy costoso”, sobre los pies de Jesús, todavía vivo; el homenaje que José de Arimatea y Nicodemo rinden al cuerpo sin vida de Jesús cuando es ungido para ser enterrado, y la mañana de Pascua, cuando tres mujeres llevan aceites y aromas a la tumba (ahora vacía). De hecho, el uso de estos óleos se limita a la procesión fúnebre del Viernes Santo, pero puede extenderse a algunos sacramentales.

Muy distinta es la bendición de los óleos el Jueves Santo.  En este caso, se trata de tres aceites distintos que se usan para administrar los sacramentos: el óleo de los catecúmenos para el Bautismo, el crisma para la Confirmación y el óleo de los enfermos para la Unción de los enfermos. Precisamente por eso, solo el obispo en pleno uso de su autoridad puede realizar la bendición y la consagración de estos óleos, que en todo el mundo se lleva a cabo durante la misa crismal del Jueves Santo.

Aroma de vida

Fray Francesco Patton, en su homilía, se centró precisamente en el aroma del aceite con el que María ungió los pies de Jesús en Betania, tan intenso que “la casa se llenó de la fragancia del perfume” (Jn 12, 3): “El perfume con el que María unge los pies de Jesús es una profecía de que la vida y el amor son más fuertes que la muerte. Es profecía de resurrección”, del día en que “ya no sentiremos el mal olor del odio, de la venganza, de la enemistad y de la muerte, sino solo el aroma de la resurrección, de la vida en Dios y del amor consumado en la vida en Dios”.

El Custodio se refirió a la época en que vivimos en la que, “lamentablemente, el olor de la muerte, del odio y del rencor es tan fuerte que no solo nos envenena los pulmones, sino incluso el corazón y el alma. Todo lo que tiene que ver con la muerte huele mal, también quienes odian. Desprenden mal olor las armas, huelen mal también las palabras violentas y rencorosas”. Y concluyó con una oración: “Pidamos hoy que nuestras narices se impregnen de perfume, del aroma de la vida, del perfume de la amistad y del amor gratuito, del aroma que es profecía, no solo de la resurrección de Jesús sino también de la nuestra”.

Óleos benditos

Tras la homilía, ante el altar se llevó a cabo la bendición de los óleos, contenidos en dos ánforas de alabastro. En la monición antes de la bendición se subraya “el gesto profético” de María, “un derroche que reconocía la realeza de Jesús, el honor y respeto debidos al rey del universo. El perfume es el aroma del agradecimiento, simboliza el triunfo del amor”. Al finalizar la misa, el Custodio ungió las manos de los asistentes con unas gotas del ungüento recién bendecido.

Marinella Bandini