Solemnidad de Santa Clara: celebraciones en el monasterio de las clarisas de Jerusalén

Solemnidad de Santa Clara: celebraciones en el monasterio de las clarisas de Jerusalén

La tarde del martes10 de agosto, víspera de la fiesta, en la comunidad de las clarisas del monasterio de Santa Clara de Jerusalén, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, presidió las primeras vísperas y el tránsito de la santa.

Era el 11 de agosto de 1253 cuando Clara murió en el monasterio de San Damián, donde había pasado prácticamente 41 años de su vida. Atraída por el ejemplo de San Francisco, la noche del Domingo de Ramos de 1212 abandonó la casa paterna con el deseo de pertenecer solo a Cristo: así, en la Porciúncula abrazó la forma de vida evangélica siguiendo las huellas del Señor.

Las clarisas en Jerusalén

Las clarisas lograron llevar a Tierra Santa el carisma de su fundadora, a la comunidad fundada en Jerusalén a finales del siglo XIX.  El monasterio actual se encuentra en la carretera que lleva desde la ciudad vieja a Belén, y es el edificio más antiguo del amplio y moderno barrio israelí.  La fraternidad tiene rostro internacional, con hermanas que proceden de Italia, Ruanda, Francia y Argentina.

La solemnidad de Santa Clara se celebra anualmente con la sencillez que caracteriza a la comunidad de las clarisas, que siguen la liturgia detrás de la reja de la clausura. Durante las primeras vísperas se lee el tránsito, extraído de la Leyenda de Santa Clara (cap. XXIX; FF 3252-3254), que recuerda precisamente sus últimas palabras en la tierra: “¡Ve segura y en paz, bendita alma mía! porque Aquel que te creó también te santificó; y, guardándote siempre como una madre guarda a su hijo, te amó con tierno amor. ¡Y bendito seas tú, Señor, que me creaste!”.

Clara y el privilegio de la pobreza

El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, en su reflexión quiso llamar la atención sobre el “privilegio de la pobreza”: «El 9 de agosto de 1253, el papa Inocencio IV firma el manuscrito que contiene la bula de aprobación de la regla de Santa Clara y la regla misma, que Clara, con lenguaje franciscano, llama “forma de vida” – explicó el Custodio –. Por eso, el acto final de gobierno de clara es el de poder entregar a sus hermanas el llamado “privilegio de pobreza”, es decir, el privilegio de vivir sin privilegios, y el texto de la forma de vida, es decir, el texto de la regla aprobada por la Iglesia» (aquí el texto completo).

El Custodio subrayó que en tiempos de Francisco y Clara muchos institutos monásticos pedían al papa ser “dispensados” de algún aspecto exigente de la vida religiosa. «Clara, en cambio, pide como privilegio poder vivir pobre sin privilegios – reiteró fray Patton –. Gracias a Francisco, descubre que la pobreza es el modo más radical de expresar su fe en Dios: escoge vivir sin tener ningún tipo de seguridad, salvo la seguridad que viene de Dios. Hoy Clara es tremendamente actual porque nos muestra que no es siguiendo la moda del momento como encontramos la plenitud de la felicidad en nuestra vida, sino siguiendo a Jesucristo de manera radical. Usando el lenguaje de Clara: lo importante es ver si somos capaces de correr tras Jesús, como una esposa enamorada corre tras su esposo».

El 11 de agosto, día de la festividad, el Patriarca Latino de Jerusalén, S.B. Pierbattista Pizzaballa, presidió la solemne celebración eucarística en presencia de René Troccaz, cónsul general de Francia en Jerusalén, de Giuseppe Fedele, cónsul general de Italia y de un nutrido grupo de frailes de la Custodia.

Silvia Giuliano