Región de San Pablo: encuentro con el ministro fray Firas Lutfi | Custodia Terrae Sanctae

Región de San Pablo: encuentro con el ministro fray Firas Lutfi

Con ocasión del Capítulo de la Custodia celebrado en Jerusalén en la primera mitad de julio, nos reunimos con fray Firas Lutfi, ministro de la región de San Pablo, agrupación de la provincia franciscana de Tierra Santa que comprende Líbano, Siria y Jordania.

Originario de Hama (Siria), hoy fray Lutfi vive en Beirut, donde es guardián del convento franciscano de la capital libanesa. Partiendo precisamente del país de los cedros, fray Firas trazó una visión económico-social, deteniéndose en los principales problemas que afectan a los ciudadanos libaneses.

“Podemos recordar de manera aproximada la fecha del 17 de octubre de 2019 como el inicio de una crisis social, política y económica que todavía está presente en Líbano, que se agravó el año siguiente con el comienzo de la pandemia y la gran explosión en el puerto de Beirut, que daño gravemente la mitad de la capital. En estos años, la clase media libanesa ha perdido todos los ahorros que tenía en sus cuentas corrientes, mientras que los que ya estaban en condiciones de pobreza han vistoinevitablementeagravarse aún mássu situación económica.  El 80% de la población libanesa en la actualidad vive por debajo del umbral de pobreza.  Hablamos de la peor crisis económica de la historia del Líbano desde su fundación hasta el presente. Es imposible no escuchar el grito desesperado de los libaneses y, en particular, de sus jóvenes que huyen del país hacia otros lares, donde encuentran estabilidad y asilo para ellos mismos y para el futuro de sus hijos.  Entristece, porque la crisis del Líbano es una gran pérdida para el mundo cristiano”.

Pasando después a Jordania, el fraile sirio subrayó la recuperación que, a pesar de la extensión del Covid, se está produciendo enel reino hachemita. “Jordania no se vio envuelta en los profundos cambios sociales y políticos de la llamada primavera árabe y por el momento es un país bastante estable.  Sin embargo, la pandemia sin duda ha aumentado la pobreza de la gente. En cuanto a la presencia de la Custodia, contamos con el santuario franciscano del Monte Nebo – desde donde Moisés vio la Tierra Prometida antes de morir – y con el Terra Santa College de Amán, una de las instituciones educativas más antiguas del país, ejemplo de excelencia docente y de convivencia civil.  Este instituto, que cuenta con 1200 alumnos, es capaz degarantizar una oferta formativa de calidad, a pesar de la competencia de unas 700 escuelas privadas en la capital, y nos permite a los franciscanos contribuir de forma valiosa a la sociedad jordana en términos de educación y de cultura de la convivencia entre cristianos y musulmanes.

Ahora bien, durante la pandemia el santuario estuvo cerrado y, por tanto, no recibió peregrinos, ni internacionales ni locales.  En el periodo de la crisis pandémica perdimos fundamentalmente dos cosas: los ingresos económicos con los que sostenemos nuestras actividades pastorales y la cercanía a las personas; y el turismo interno, que permitía a los autóctonos descubrir el enorme patrimonio histórico y bíblico del que Jordania es muy rica.  Tras la vacunación, que ha alcanzado a casi toda la población jordana, el santuario por fin ha vuelto a abrir sus puertas a los turistas extranjeros y, sobre todo, locales, ¡algo por lo que estamos verdaderamente contentos!”.

Después, fray Firas utilizó las palabras más amargas al hablar de Siria, describiendo un escenario desolador que a veces impide incluso cultivar la esperanza.  Un desafío aún mayor para los misioneros franciscanos que, a pesar de la prolongada guerra, nunca han abandonado a las antiquísimas comunidades cristianas que viven aquí.  “Si en el caso del Líbano hablé de pobreza, cuando me refiero a Siria no puedo más que hablar de miseria”, afirmó.

“Hemos entrado en el duodécimo año de crisis siria, representada por una guerra que ha tenido consecuencias catastróficas para el país. La guerra ha provocado aquí una hemorragia de población que nunca termina. Desde el comienzo del conflicto, de hecho, Siria ha perdido una enorme cantidad de habitantes, entre muertos, emigrantes a los países limítrofes y refugiados que han huido a otros países del mundo. Antes de la guerra, Siria contaba con 23 millones de habitantes, ahora son unos 18 millones. En estos doce años el pueblo sirio ha sufrido todos los dolores de la guerra, de la crisis económica y social.

Tras el silenciamiento de las armas, surgió en Siria otro tipo de guerra, la del hambre, las sanciones y la miseria. La pobreza fue la consecuencia de todos estos factores. Las sanciones económicas hicieron que el país quedara prácticamente bloqueado, sin poder importar ni exportar. Fue, de hecho, una lenta condena a muerte.  Ante este sombrío escenario, la guerra ruso-ucraniana que también afecta a los países occidentales, la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la energía nuclear israelí, la presencia de cinco ejércitos en el territorio y la de los yihadistas que quedan, la esperanza es la única posibilidad para salir de una espiral de muerte sin precedentes”.

En respuesta a todo esto, el papel de los franciscanos es aún más valioso. “Es evidente que, como cristianos, nuestro primer deber fue asumir la actitud del buen samaritano, es decir, evitar permanecer indiferentes frente al mal de uno u otro país. Los franciscanos siempre están en primera línea para ayudar a quienes padecen dolor, muerte y sufrimiento. Recuerdo que en estos últimos tres años hemos perdido tres de treinta frailes, dos por Covid y otro en un accidente de tráfico”.

Y reiterando el espíritu de servicio cristiano que anima a los frailes en esta región, añadió: “Como dice San Pablo, estamos llamados a sufrir con los que sufren y a alegrarnos con los que se alegran. En este momento estamos trabajando para aliviar el dolor de los más frágiles, para alimentar a los hambrientos, para ofrecer oportunidades de trabajo a quienespueden trabajar, para reconstruir las casas de los que han sufrido la destrucción de sus hogares durante los bombardeos, para ayudar a los estudiantes universitarios con las matrículas”.

“Claramente, los frailes son interpelados personalmente también a resistir, y aquí cito el caso tan de actualidad del testimonio heroico, humano y de fe, de los dos frailes que viven bajo el control de los yihadistas en las afueras de Idlib: el padre Hanna Jallouf y el padre Luai Bsharat. Ellos siguen viviendo en el territorio todavía ocupado por grupos yihadistas; un lugar que ellos mismos definen como una gran prisión de la que no se puede salir y donde no se puede entrar desde hace casi tres años. Estos dos franciscanos están expuestos cada día al peligro de arriesgar su vida. Están allí para ayudar a una comunidad formada por 300 cristianos que intenta obstinadamente permanecer en su propia tierra. No abandonan este patrimonio bimilenario de cristiandad, de historia y cultura. Fray Hanna y fray Luai hacen mucho bien gracias a su fe y también gracias a los muchos benefactores y a las muchas organizaciones que providencialmente nos ayudan.  Este apoyo es necesario e indispensable porque sin él, los cristianos – aunque no ayudamos solo a los cristianos – y toda la población siria, sufrirían hambre y sed, y la desesperación sería aún más trágica”.

Para concluir su testimonio, fray Lutfi expresó su deseo de que el nuevo gobierno surgido del Capítulo custodial pueda continuar ayudando e incrementando las actividades, los proyectos y la vida que los frailes llevan a cabo en las tres poblaciones de la región San Pablo: la libanesa, la siria y la jordana.  “Se trata de un reto por la supervivencia, que tiene que ver con el significado más profundo de nuestra presencia en Tierra Santa”.

 

 

Entrevista de Filippo De Grazia