Refugiados de la guerra acogidos por los franciscanos en las “Casas Novas” de Belén y de Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

Refugiados de la guerra acogidos por los franciscanos en las “Casas Novas” de Belén y de Jerusalén

Uno de los aspectos más característicos – forma parte de su misión - de la presencia plurisecular de los franciscanos en Tierra Santa es todo lo relacionado con los peregrinos que vienen a visitar el País de Jesús. Parte importante de esta labor son las “Casas Novas”, las hospederías franciscanas para alojar a los peregrinos cristianos. Desde el siglo XIV hasta los albores del siglo XX, éstas eran prácticamente los únicos lugares de hospedaje para los fieles cristianos que visitaban la Tierra del Señor. De todos son conocidas las hospederías del Monte Sión, primero, y de San Salvador, después, en Jerusalén, la hospedería de Belén, de Nazaret, etc. Los relatos de los peregrinos, algunos escritores importantes, han dejado impresas páginas inmortales sobre las hospederías de los franciscanos.

Las “Casas Novas” han estado también, y continúan estando, al servicio de los habitantes de Tierra Santa, especialmente de los cristianos. Ello ha ocurrido, de un modo particular, en las épocas de guerras y de conflictos, que, por desgracia, son tan frecuentes en la Tierra de la Paz. A veces las hospederías vivieron circunstancias dramáticas. La “Casa Nova” de Jerusalén, del 1941 al 1946, fue ocupada por soldados polacos y, a partir del 1948 y en los años sucesivos, dio cobijo a los refugiados o desplazados palestinos. Fueron casi 15 años en los que la hospedería estuvo prácticamente cerrada para los peregrinos o su uso fue muy limitado. La de Nazaret, en 1799, dispensó religiosa hospitalidad a Bonaparte, Kléber e Junot, con motivo de la batalla del monte Tabor, y en el convento franciscano fueron atendidos los soldados heridos en dicha batalla; durante la primera guerra mundial, fue ocupada por el comando turco-alemán como sede militar; cuando el ejército se marchó, la población enfurecida la dañó talmente que hubo que rehacerla enteramente. Durante el conflicto árabe-israelí del 1948 fue lugar de refugio de los desplazados, y fue ocupada durante 15 años, por lo que quedó muy dañada. También la “Casa Nova” de Ain Karem , en 1939, fue requisada por las autoridades militares y sirvió posteriormente para albergar a desplazados polacos. Igualmente la de Tiberíades sufrió las consecuencias de la IIª Guerra Mundial. La de Emaús, durante la Iª Guerra Mundial fue usada como hospital, primero por los alemanes y después por los ingleses; en la IIª Guerra Mundial (1940-1943), el convento, la “Casa Nova” y el Seminario sirvieron de “campo de concentración” de todos los religiosos italianos.

En el reciente conflicto bélico, las “Casas Novas” de Jerusalén y de Belén han dado acogida a casi 2.300 desplazados provenientes del norte de Tierra Santa: Haifa, Nazaret, Acre, Safet, Metula, etc. Durante más de tres semanas, desde el 20 de julio hasta el 16 de agosto, la “Casa Nova” de Belén, con casi 1.500 desplazados de la guerra, ha sido la que ha llevado el peso mayor en la ayuda a tantos necesitados.

No se ha tratado de hacer grandes obras, al estilo de las que aparecen en las publicaciones de las agencias para los refugiados. Se trataba simplemente de acoger a tantas familias, especialmente a tantos niños – libaneses-maronitas residentes en el norte de Israel, griegos católicos, latinos y otros – que habían tenido que huir de sus pueblos, de sus casas, que se habían convertido en peligrosas. Darles un alojamiento, a veces toda la familia en una habitación, a precios insignificantes, para hacerles pasar su “exilio” de la forma más llevadera posible, poniendo a disposición las instalaciones y sobre todo el cariño y saber hacer de los trabajadores – todos árabes cristianos, que han visto en ellos a sus hermanos en dificultad -, para que, sobre todo los niños, se sintiesen en su propia casa. Tratarles como huéspedes importantes, porque lo necesitaban de verdad.

Es lo que quería San Francisco que hicieran sus frailes. Lo decía Juan Pablo II: los franciscanos “conscientes de su vocaciones primera (RnB 16,5s), se han prodigado en el servicio a los hermanos, sosteniendo a los más pobres y débiles… por amor de Aquél que tanto nos amó”. De este modo, continuaba el Papa, “han profesado su fe y su esperanza”. Las palabras de agradecimiento de los sacerdotes responsables que venían con algunos grupos y de los padres, la participación devota de tantos cristianos en el Vía Crucis por las calles de Jerusalén rezando por la paz, pero sobre todo la sonrisa de los niños, han sido todos ellos motivos de esperanza para “una paz duradera”. Los desplazados-refugiados han vuelto a sus casas. Las “Casas Novas” están ahora desiertas. Esperan la llegada de tantos peregrinos, no importa el lugar de proveniencia ni la fe que los mueve. Como ha sucedido durante tantos siglos, las hospederías franciscanas ofrecen a cada peregrino la calma del cuerpo y del espíritu para poder recorrer, con el corazón apasionado, los Santos Lugares de nuestra Redención, siguiendo así “los pasos de Jesús”.

Fray Artemio Vitores, OFM