Pentecostés en Jerusalén: en oración por la paz en Tierra Santa | Custodia Terrae Sanctae

Pentecostés en Jerusalén: en oración por la paz en Tierra Santa

Una vigilia de oración la víspera de Pentecostés para invocar el don de la paz para la Tierra Santa: esta es la iniciativa de la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa (AOCTS) que, con la colaboración de la Unión de Religiosas (USRTS) y del Comité Episcopal de Religiosos (CERTS), quiso reunir a los fieles en la basílica de San Esteban en Jerusalén el sábado 22 de mayo. El llamamiento a la oración por la Tierra Santa la víspera de Pentecostés también fue compartido por el Santo Padre Francisco, que el viernes 21 de mayo pidió a todos los pastores y fieles de la Iglesia católica: “Que en todas las comunidades se eleve la súplica al Espíritu Santo para que israelíes y palestinos puedan encontrar el camino del diálogo y del perdón, para ser pacientes constructores de paz y de justicia, abriéndose, paso a paso, a una esperanza común, a una convivencia entre hermanos” (palabras extraídas del Regina Coeli del 16 de mayo de 2021).

La celebración en la basílica de San Esteban en Jerusalén se abrió con el signo del intercambio de la paz, para subrayar el carácter de la liturgia.

“La primera palabra que pronunció Jesús en el Cenáculo, después de la resurrección, fue “Paz a vosotros”, y después derramó el Espíritu Santo (Jn 20, 19). Por eso también nosotros estamos aquí, por tanto, en una especie de nuevo Cenáculo, para pedir al Resucitado la paz, primero entre los frutos del Espíritu”, dijo el Patriarca Latino de Jerusalén, monseñor Pierbattista Pizzaballa. El obispo recordó en la oración a todos los que han sido asesinados o han perdido su hogar en esta última oleada de violencia en Tierra Santa, y pidió la intercesión del Espíritu para que todos puedan convertirse, por la gracia del Espíritu, en constructores de la paz (aquí la homilía completa).

Los Ordinarios Católicos de Tierra Santa también decidieron organizar una vigilia similar en todos los lugares símbólicos de su diócesis o exarcado. “La Custodia participó en la vigilia de oración por la paz y ofrecimos la misa de la vigilia de Pentecostés por esa intención”, dijo el Custodio de Tierra Santa. En la iglesia de San Salvador en Jerusalén, fray Patton presidió la celebración la noche del sábado 22 de mayo, en presencia de los frailes franciscanos que viven en el convento y de los fieles de la parroquia latina.

“Esta noche queremos pedir con fe al Espíritu Santo que venga una vez más al encuentro de nuestra debilidad y que interceda con gemidos inefables a favor de Jerusalén, de esta Tierra Santa, de Oriente Medio y de muchos otros países en todo el mundo que no tienen paz”, dijo en su homilía el padre Custodio. Fray Patton afirmó no tener miedo a resultar “vergonzosos, anticuados y obsoletos” si pedimos al Espíritu que interceda para que termine la pandemia o para que cese el conflicto en Tierra Santa, en Siria, en Yemen, así como en África, Asia, América Latina y en Europa del este. “Estamos aquí, una vez más, como hijos que confían en el Padre y necesitan dejarse guiar por el Espíritu del Hijo, para pedir con fe que termine la división y la hostilidad entre los pueblos”, afirmó fray Patton (aquí la homilía completa).

La vigilia de Pentecostés se celebró en la iglesia de San Salvador, que es un lugar con gran valor histórico para la Custodia de Tierra Santa. Construida en el convento al que se trasladaron los frailes franciscanos de Tierra Santa, tras ser expulsados del Cenáculo por los otomanos en 1552, en 1561 el papa Pío IV le concedió las mismas indulgencias otorgadas a quienes acudían al Cenáculo (descubre más sobre la iglesia de San Salvador). En medio de las disputas de naturaleza jurídica, la sala del Cenáculo en el Monte Sion había sido, de hecho, la primera sede de la Custodia de Tierra Santa tras su adquisición en 1333, como regalo de los soberanos de Nápoles.

En la sala de época cruzada del Cenáculo, los frailes rezaron las Vísperas de Pentecostés en la tarde del día de la fiesta, y después se esparció incienso perfumado en la sala contigua a la de la última cena de Jesús, donde habría descendido el Espíritu Santo sobre los apóstoles. Al igual que ellos en el Cenáculo, los frailes rezaron en todos los idiomas la oración de Padrenuestro. “En este lugar y en este momento, siento que no solo debemos reflexionar sobre el don del Espíritu Santo, sino que sobre todo debemos invocarlo – afirmó el Custodio de Tierra Santa, que presidió las Vísperas –. Espíritu Santo, limpia lo mezquino, empapa lo seco, sana lo que sangra.  Convierte el corazón de todos los que creen estúpidamente que pueden ganar con la violencia, consuela a todos los que han sido víctimas inocentes de la violencia. Espíritu Santo, necesitamos que tu aliento sople de nuevo impetuoso, con fuerza, entre las casas de nuestra Ciudad Santa, en nuestro sufriente Oriente Medio y en el mundo entero […]. Y, ya que en todas las generaciones los cristianos estamos llamados a afrontar problemas nuevos y diferentes, tú, Espíritu de verdad y fortaleza, danos la fuerza y el coraje, hoy, para seguir siendo sal de la tierra y luz del mundo” (aquí el mensaje completo).

 

Beatrice Guarrera