Según la tradición preconciliar, la Vigilia Pascual se celebra en Jerusalén la mañana del Sábado Santo. Jesús resucita en este lugar, hoy como entonces, sin el clamor de las multitudes.
Considerada “la madre de todas las santas vigilias” y celebrada por la mañana en el lugar de la Anastasis (Resurrección) por necesidades locales ligadas al Status Quo, la de Jerusalén es la primera Vigilia Pascual en el mundo. Hablando metafóricamente, muchos la vinculan al origen: la Pascua comienza en el lugar donde todo sucedió, donde la Historia y la Geografía de la Salvación se encuentran. A otros, por otro lado, les gusta pensar que Jesús, hoy como entonces, resucita de nuevo en silencio, y poco a poco la Palabra y la alegría se extienden por el mundo.
La liturgia comenzó con el rito del “lucernario”, que se llevó a cabo delante de la Piedra de la Unción, a la entrada de la basílica del Santo Sepulcro, dirigido por el administrador apostólico del Patriarcado Latino, monseñor Pierbattista Pizzaballa. Inmediatamente después, empezó la liturgia de la Palabra, con siete lecturas y siete salmos, en los que la Iglesia medita sobre las maravillas que el Señor ha realizado por su pueblo y confía en su promesa. Al final de las lecturas, el Gloria, acompañado por el sonido del órgano, anunció a todos la Resurrección: gracias a la muerte y la resurrección de Jesús, este es, ahora, el lugar de la nueva creación.
A continuación, tuvo lugar la renovación de las promesas del bautismo, en la que cada uno repitió en voz alta su sí, antes de la aspersión con agua bendita.
“En esta liturgia no celebramos un recuerdo”, dijo en la homilía monseñor Pizzaballa. “Lo que realizamos en estos gestos no es solo memoria de lo que ocurrió a nuestros padres. También hoy, aquí, Dios ama, crea, libera, guía, perdona. Hoy aquí, Él cumple la obra de la Redención”. Después, se detuvo en varios elementos que caracterizan la Noche Santa: noche, fuego, agua y pan, describiéndolos y actualizándolos para recordarnos que la historia que se narra en esta Vigilia y cada día en el Edículo del Santo Sepulcro nos toca de cerca, y también habla de la historia de salvación de cada uno.
“Deseo que todos nosotros salgamos de este lugar llenos de vida y de luz”, concluyó Pizzaballa en su homilía. “Iluminados y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, para prender de nuevo el mundo del amor que cambió esta noche”.
Entre el entusiasmo general que caracterizó las últimas notas de la liturgia, fray Zacheusz Drazek, presidente de la basílica del Santo Sepulcro, comentó, “los frailes, que vivimos con la Resurrección, celebramos todos los días la liturgia del lugar. Hacerlo en este día ayuda todavía más a comprender la importancia del sitio al que Dios nos ha enviado a servir. No me acostumbraré nunca a vivir en contacto tan estrecho con la Resurrección”.
Giovanni Malaspina