En Jerusalén resuena el Aleluya: la Vigilia de Pascua en el Santo Sepulcro

En la madrugada del sábado 19 de abril, las campanas del Santo Sepulcro rompieron el silencio de la noche anunciando la Resurrección de Cristo. Es Pascua en Jerusalén, y en el corazón de la cristiandad, donde Cristo venció a la muerte, se celebra la solemne Vigilia Pascual.

Debido al Status Quo, que regula las celebraciones entre las distintas confesiones cristianas que comparten los espacios de la basílica, la Vigilia en Jerusalén tiene lugar antes que en el resto del mundo católico. Esto confiere a la celebración un carácter único, que la hace ser considerada “la madre de todas las vigilias”.

Este año, como la celebración de la Pascua católica coincide con la de las iglesias ortodoxas, al final de la vigilia los frailes franciscanos abandonaron rápidamente el espacio ante el edículo para permitir a los greco-ortodoxos prepararse para la celebración del “Fuego Santo”.

Presidió la liturgia el Patriarca Latino de Jerusalén, cardenal Pierbattista Pizaballa, junto con numerosos concelebrantes, ante una multitud de fieles reunidos en torno al edículo del Sepulcro.

Una vigilia junto a la tumba vacía

En su homilía, el Patriarca subrayó la importancia del acontecimiento pascual: «Creemos que en la mañana de Pascua ha sucedido por fin una gran novedad. Las mujeres van al sepulcro y buscan a Jesús en el reino de la muerte, [...] Pero ese lugar de muerte está desierto. En lugar del cuerpo de Jesús hay dos hombres vestidos de luz, que anuncian que Jesús está vivo (Lc 24,5), anuncian que ha nacido el hombre nuevo».

Los cuatro momentos destacados

El rito se desarrolló en cuatro partes principales. La celebración comenzó con la liturgia de la luz, frente a la entrada de la basílica, con el encendido del cirio pascual, símbolo de la gloria de Cristo resucitado.

Siguió la liturgia de la Palabra, que recorrió, a través de nueve lecturas bíblicas, la historia de la salvación y de la promesa de vida eterna. Las lecturas fueron proclamadas por frailes franciscanos y seminaristas del Patriarcado Latino.

A continuación, la liturgia bautismal ofreció a los presentes la oportunidad de renovar sus promesas, renunciando al mal y profesando de nuevo la fe. Finalmente, con la eucaristía, los fieles participaron en la mesa del Señor, regenerados por el bautismo.

El anuncio de Cristo resucitado

Un momento especialmente significativo fue la proclamación del Evangelio de la Resurrección, que corresponde al Patriarca de Jerusalén. Con este gesto, el obispo de la ciudad santa anuncia al mundo entero que Cristo ha resucitado.

Un anuncio que, como cristianos, tenemos el deber de llevar al mundo. “Si somos resucitados con él, si hemos experimentado la salvación y la nueva vida, entonces anunciar la resurrección se convierte en un deber para nosotros”, afirmó el Patriarca.

«Éste es el significado de la resurrección de Jesús para nosotros -concluyó el Patriarca-, y éste es el significado de la Pascua, en todos los tiempos, hasta hoy, y esto es lo que celebramos hoy: la fidelidad del amor de Dios, un amor que vence incluso a la muerte, y que nos devuelve la dignidad de hijos de Dios, libres y amados para siempre».

Lucia Borgato

 

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