La basílica de Santa Ana, en Jerusalén, es señalada por fuentes apócrifas y por la tradición como el lugar donde se encontraba la casa de los santos Joaquín y Ana, y donde nació la Virgen María. Como todos los años, el 8 de septiembre los frailes de la Custodia de Tierra Santa peregrinaron aquí, el día de la fiesta litúrgica de la Natividad de la Santísima Virgen María. Entre sus peculiaridades, la veneración del lugar de nacimiento de la Virgen, en la cripta, donde los celebrantes descienden en procesión cantando las letanías de los santos, antes de la bendición final. Hoy la basílica de Santa Ana esta confiada al cuidado de los Misioneros de África (Padres Blancos)
En este día, la Custodia ofrece la misa también por Francia, a la que está vinculada por una larga historia de colaboración para la protección de los santos lugares. La misma basílica es propiedad de la República Francesa: en 1856 el sultán Abdul Majid la donó a Napoleón III por el apoyo militar en la guerra de Crimea. Por eso, en la misa estaba presente el cónsul general adjunto de Francia, Quentin Lopinot. Al final de la misa se cantó un himno para pedir a Dios que salve a la república francesa.
La misa, en francés, fue presidida por fray Michael Muhindo, que en su homilía invitó a redescubrir nuestra identidad. “La Natividad de María nos sugiere que cada niño que es concebido y que ha de nacer, es conocido por Dios desde siempre. María estaba predestinada a ser la Madre de Dios. Dios destina a cada niño a ser conformado según la imagen de Cristo. Por eso, la vida de todos los niños debe ser protegida. La vida de cada niño es sagrada. Por tanto, Fray Michael exhortó a los presentes a defender la vida y a ser testimonios de paz.
Desde el siglo V, los peregrinos han visitado este lugar. La tradición que sitúa aquí la casa natal de María se basa en el protoevangelio de Santiago (siglo II), que narra la infancia de María y sitúa la casa de sus padres “no lejos del templo”. La veneración se difundió principalmente después de la dedicación de una pequeña iglesia en el siglo IV. Siguiendo los relatos evangélicos y las excavaciones arqueológicas, la tradición sitúa también aquí la piscina de Bethesda (Betzaetà o probática), lugar de la curación del paralítico.
La iglesia actual es de época cruzada y en tiempos de Saladino fue transformada en escuela coránica, lo que permitió su conservación. Incluso durante el dominio musulmán los frailes franciscanos de la Custodia intentaron acceder a la basílica para celebrar. A menudo entraban por una ventana en el interior de la cripta. En el siglo XV, un firmán (decreto del soberano otomano) concedió permiso a la Custodia para celebrar aquí el 8 de septiembre, Natividad de la Virgen, y el 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción. Una tradición que continúa todavía hoy.
Marinella Bandini