La fiesta del Corpus Christi en Jerusalén (2006) | Custodia Terrae Sanctae

La fiesta del Corpus Christi en Jerusalén (2006)

14-15 de junio de 2006

En Jerusalén, como en Roma, la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo se festeja todavía el jueves siguiente a la Santísima Trinidad. Así, el 14 de junio, la fiesta ha comenzado con el ingreso solemne del Mons. Kamal Bathish, representante de su Beatitud Mons. Michel Sabbah, y con las primeras vísperas celebradas solemnemente por los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa.

Por la noche, como en todas las solemnidades, las puertas de la Basílica de la Resurrección se han abierta y fra Pierbattista Pizzabala, Custodio de Tierra Santa, ha presidido el oficio de la vigilia en presencia de una asamblea de fieles locales y peregrinos a pesar del inconveniente horario (desde las 00:30 hasta las dos de la madrugada). Como siempre , esta ocasión ha servido para redescubrir el Santo Sepulcro como lo que realmente es: un lugar de oración ferviente e intensa. Al día siguiente, jueves 15 de junio, Mons. Fouad Twal, Obispo Coadjutor, ha presidido la solemne concelebración eucarística junto a una treintena de sacerdotes, la mayoría de ellos franciscanos, y otros tantos frailes de la Custodia junto a cerca de 150 fieles.

Para todos, la fiesta, aunque ha terminado ya el tiempo pascual, ha sido una ocasión para prolongar la alegría de la resurrección en esta basílica única, con la proclamación del Evangelio de los peregrinos de Emmaús por la noche y, después de la misa del día, con la procesión del Santísimo Sacramento que ha realizado tres vueltas en torno a la tumba de Cristo.

Esta es la única tumba que se visita para cerciorarse de que está vacía, y durante tales procesiones, la muchedumbre la circunda completamente, como si la acariciase, apostándose en torno a él como si fuese un tesoro. El tesoro del Santísimo Sacramento, memorial de la Pasión, ha ceñido el tesoro del memorial de la Resurrección. Mismamente allí, donde se constata que Él no está más aquí, el Señor se dejado contemplar en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.

Alaba, o Sión, al Salvador,
Tu guía, tu pastor con himnos y cánticos.
Pon todo tu fervor,
Él supera toda alabanza, no hay canto que sea digno.
(Secuencia del Lauda Sion).

Alabarlo, cantarlo sin parar, es una de las misiones de los franciscanos de Tierra Santa.

MAB