La entrada solemne en el Santo Sepulcro y la primera vigilia de Cuaresma

L’ingresso solenne al Santo Sepolcro e la prima veglia di Quaresima

Las celebraciones solemnes de la vigilia y del primer domingo de Cuaresma concluyeron en el Santo Sepulcro, a través de una serie de ritos y liturgias, peculiares y únicos, que marcan el tiempo de preparación a la Pascua en este lugar tan especial.

Tal como establece el Statu Quo, entre el sábado y el domingo de Cuaresma los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa animan la primera entrada solemne del Patriarca Latino en la basílica, seguida de la procesión diaria, la vigilia nocturna y la celebración de la santa misa.

La entrada solemne del Patriarca Latino

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Por la tarde del sábado 17 de febrero, el Patriarca Latino de Jerusalén, S.B. cardenal Pierbattista Pizzaballa, acompañado por los franciscanos, hizo su entrada solemne en el Santo Sepulcro. Este año, debido a las obras que afectan al pavimento de la basílica, el presidente del Santo Sepulcro, fray Stéphane Milovitch, no recibió al Patriarca en la Piedra de la Unción, sino en la plaza frente a la basílica.

A la entrada siguió la solemne procesión cantada que, desde la capilla de la Aparición del Resucitado, recorrió el tradicional itinerario que los franciscanos realizan diariamente en el interior de la basílica desde el lejano 1336.

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La procesión comienza en la capilla del Santísimo Sacramento (también llamada “de la aparición a María”) y termina en la misma capilla, tras un largo recorrido circular por toda la basílica.  Al igual que el viacrucis, se compone de 14 estaciones, pero su peculiaridad radica en  que las estaciones del interior de la basílica recorren la Pasión de Cristo, culminando en los lugares históricos de su crucifixión, sepultura, Resurrección y de las apariciones a María Magdalena y a Su Madre.  En el momento de pasar por el Sepulcro, se adoró el lugar de la resurrección con tres vueltas alrededor del Sagrado Edículo.

Oficio de Lectura y celebración de la vigilia

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La celebración siguió con los maitines: por la noche, los franciscanos se reunieron en el Santo Sepulcro para el solemne oficio de lectura y la misa de vigilia presididos por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton. Se trata de una tradición que se repite al menos desde 1754 los domingos de Cuaresma, desde el primero hasta el Domingo de Ramos.

En la capilla de la Aparición, el oficio de lectura se celebra con los tres cánticos del Antiguo Testamento, donde se manifiesta el carácter pascual de la vigilia, que culmina en la proclamación del Evangelio de la Resurrección.

La peculiaridad de esta liturgia especial de vigilia es que durante la procesión alrededor de la tumba vacía se canta el Benedictus, intercalado por la antífona en latín “el ángel del Señor bajó del cielo: hizo rodar la piedra y se sentó sobre ella”, seguida del Aleluya. En el lugar de la Resurrección de Jesús siempre es Pascua, por eso se puede entonar el Aleluya en tiempo de Cuaresma. Es una alegría y un privilegio que comparten todas las Iglesias del Santo Sepulcro, donde la importancia del lugar prevalece sobre el tiempo litúrgico de referencia.

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La misa dominical en la capilla de la crucifixión

Al finalizar el oficio de lectura, el padre Custodio celebró la misa dominical en la capilla de la crucifixión, en el Calvario. El evangelio, que narra el episodio de las tentaciones de Jesús en el desierto, inspiró las palabras de la homilía de fray Francesco: «Jesús experimenta la tentación: el evangelista Marcos nos recuerda que la tentación es una dimensión muy seria porque es algo que el mismo Señor experimenta. Sin embargo, el primer domingo de Cuaresma también nos orienta ya hacia la Pascua, hacia la gran vigilia de la renovación de las promesas bautismales. Las lecturas del Antiguo y el Nuevo Testamento hablan del diluvio y del agua: en la Antigüedad, estas imágenes indican la muerte de un mundo de pecadores; en cambio, desde la perspectiva cristiana y pascual significan la muerte del mundo del pecado. Dios elige no destruir a la humanidad, sino destruir el pecado. Este es también el significado de ese rito que está al comienzo de nuestra vida cristiana, el bautismo: caminemos pues, con confianza, en estos cuarenta días hacia la Pascua para poder renovar nuestras promesas bautismales».

Silvia Giuliano

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