La “derrota” de la cruz | Custodia Terrae Sanctae

La “derrota” de la cruz

La celebración en Jerusalén de la solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz, que tiene lugar cada año en el Calvario el 14 de septiembre, al realizarse en este lugar, adquiere un sentido muy profundo. Tener el privilegio de participar en las liturgias exactamente en los lugares en los que todo sucedió, permite contemplar los acontecimientos con una conciencia distinta.

“Hoy es día de alegría y de gloria. Alegría porque el Hijo de Dios ha querido estar con nosotros en todo, hasta su muerte en este Calvario. Gloria, porque la muerte en la cruz es el triunfo del amor llevado libremente hasta el extremo”, se escuchaba en la liturgia.

Fray DobromirJasztal, vicario custodial, durante la homilía señaló que Jesús en la cruz nos habla de Dios y da testimonio de la Verdad. La cruz, instrumento de tortura y de derrota por excelencia, es rescatada gracias a Él, porque se convierte en el paso obligatorio para la gloria de la Resurrección. “La cruz es debilidad, es ser derrotados en el sentido de dejarse aplastar y humillar para no renunciar a amar y ser verdaderos”, explicó.

Las lecturas de hoy nos hablan de un Cristo obediente, que se pliega a la lógica de la cruz, se despoja de lo que es para hacer la voluntad del Padre. Un Cristo que se rebaja por fidelidad pero que después es alzado: primero sobre la cruz y después hacia su Reino.

“Es necesario – decía fray Dobromir – que el misterio de la Cruz se convierta también en un criterio esencial de vida”; hace falta que también nosotros, por fidelidad, nos rebajemos para ser alzados como Jesús, confiándonos al Padre igual que Él se confió, “de lo contrario, nuestra fe será estéril e ilusoria”, continuaba.

Un momento emocionante ha seguido a la santa misa: la tradicional procesión con la reliquia de la Santa Cruz hacia la capilla de María Magdalena para la ostensión, la bendición solemne y el beso a la reliquia. Asistieron numerosos frailes franciscanos, religiosas de varios institutos y peregrinos.
“Creo que es muy interesante participar en estas liturgias y escuchar estos cantos que parecen muy antiguos pero que incluyen también los cambios aportados por el Concilio Vaticano II. Este vínculo entre dos épocas tan distintas resulta hoy algo muy bello”, decía Benoit, voluntario francés de 28 años.

Giovanni Malaspina