El 29 de junio la iglesia de todo el mundo celebró los santos Pedro y Pablo, dos pilares de la cristiandad, que salieron de la tierra de Jesús para anunciar el Evangelio y murieron mártires. Entre los diversos lugares de la Tierra Santa vinculados a la vida de San Pedro, hay uno poco conocido: el santuario de San Pedro en Jaffa. En este lugar, donde se asentaba una nutrida comunidad de judíos que creían en Jesucristo, la tradición sitúa varios episodios del apostolado de Pedro: la resurrección de Tabita, por obra del santo (Hch 9, 31), la estancia como huesped en casa de Simón el curtidor, donde tuvo la famosa visión del lienzo que bajaba del cielo, lleno de todo tipo de animales, puros e impuros (Hch 10,15). Desde allí, Pedro, llamado por el centurión Cornelio, fue a Cesarea donde recibió a los primeros paganos en la Iglesia (Hch 10).
En Jaffa, en el santuario custodiado por los franciscanos, la fiesta de San Pedro se celebró con gran alegría el sábado 26 de junio con una misa solemne presidida por el vicario de la Custodia de Tierra Santa, fray Dobromir Jasztal.
“Por motivos pastorales siempre trasladamos la misa pontificia de la fiesta de San Pedro al sábado más cercano al 29 de junio, para permitir la participación de nuestras comunidades”, afirma fray Eduardo Sánchez Vélez, superior del convento. Con motivo de esta celebración, la iglesia de San Pedro se llenó de fieles pertenecientes a todas las comunidades: la comunidad de expresión judía, la polaca, la hispana, la filipina, la india y la africana. “Es una fiesta especial para nosotros: hace dos mil años San Pedro estuvo aquí. También el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, celebramos una misa aquí en la iglesia, en la que participan los feligreses árabes de la iglesia de San Antonio”, continúa el superior del convento.
En el convento de San Pedro actualmente residen siete sacerdotes de varias nacionalidades, que se ocupan de la pastoral de las comunidades cristianas de distintos idiomas en Jaffa y sus alrededores. El convento franciscano, que se asoma al puerto de Jaffa, tiene una larga historia que empieza en 1252, cuando los frailes menores se establecieron en Jaffa, en un convento con una iglesia grandiosa, construida por Luis IX, rey de Francia, durante la séptima cruzada. Por eso, en la actualidad todavía hay una estatua del rey a la entrada del convento.
“El convento se encuentra en la ciudad vieja de Jaffa, en recuerdo de los episodios bíblicos de los Hechos de los Apóstoles que se sitúan aquí – explica fray Eduardo –. Sin embargo, la propia iglesia no fue construida exactamente sobre los restos de la casa de Simón el curtidor que, en cambio, se encuentra en un terreno que pertenece a una familia armenia. Esta familia conserva desde hace doscientos años la memoria de ese lugar, en el que hoy se ubica una mezquita, llamada de “Mar Boutros”, que en árabe significa “San Pedro”.
Las únicas excavaciones realizadas de manera parcial alrededor de la iglesia y el convento, únicamente han hallado proyectiles de cañón de época turca. Los documentos oficiales, sin embargo, narran cómo en 1267 los franciscanos fueron expulsados del convento y cómo, solo en 1520, volvieron a tener una sede fija en Jaffa. En 1654 construyeron una casa para acoger a los peregrinos y en 1830 se reconstruyó el convento. Entre 1888 y 1895, España financió la construcción de un nuevo convento y una nueva iglesia por lo que, a partir de ese momento, el viejo solo se utilizó para albergar a los peregrinos.
Beatrice Guarrera