HortusConclusus: la joya preciosa de las Hermanas del Huerto | Custodia Terrae Sanctae

HortusConclusus: la joya preciosa de las Hermanas del Huerto

Fiesta grande en el santuario de HortusConclusus, uno de los santuarios menos conocidos de Tierra Santa. Presidió la santa misa el 9 de septiembre el Custodio de Tierra Santa, Fr. Francesco Patton

Construido sobre la colina frente al pueblo de Artas, en el territorio de Belén, el verde contorno del santuario y su arquitectura contrastan con la aridez característica de la zona. El santuario fue muy querido por monseñor Mariano Soler, arzobispo de Montevideo (Uruguay) y se alza imponente en el pequeño valle, apoyado en la montaña. Debido a su fertilidad, el lugar siempre se ha identificado como el “huerto (hortus, en latín) cerrado” del cual se lee en el versículo 12 del capítulo 4 del Cantar de los Cantares “Eres huerto cerrado, hermana mía, esposa; manantial cerrado, fuentesellada.” Fue en 1885 cuando el arzobispo, en peregrinación en Tierra Santa, decidió comprometerse a construir un lugar pensado para la alabanza continua a María, basándose en esa frase del Cantar.

Construido en cuatro años, el santuario se confió a las Hijas de María Santísima del Huerto como signo material del amor de monseñor Soler a la Virgen del Huerto y sus hijas, que en Uruguay siempre ofrecen refugio para descansar y consolarse en la oración. En 1904 fue agregado al santuario de la Beata Virgen del Huerto de Chiavari (Italia) y, un año después, a la basílica de Santa María la Mayor, por lo que goza de los mismos privilegios e indulgencias concedidos a la basílica.

Dadas sus características naturales, el Hortus se utiliza hace varios años como casa de retiro para grupos, movimientos y hermandades que lo solicitan. Muchos llegan a este oasis a través de retiros espirituales, entre ellos también jóvenes en formación con los frailes menores de la Custodia de Tierra Santa.

Actualmente la superiora de la casa es sor Rosa de Toro, procedente de Argentina, que vive en el Hortus desde 2005. Dedicada desde siempre a la formación de las novicias y de las postulantes de la provincia religiosa de Córdoba, desarrolló allí su servicio hasta 2005.

¿Cómo encontró usted la orden?

Recibí una educación católica y empecé desde joven a enseñar el catecismo a los niños y, con ellos, también yo empecé a rezar y a enamorarme de Jesús. Buscaba una congregación que no requiriese un apostolado único porque entendía que mi tarea debía ser poner todo mi ser y mi libertad a disposición para poder hacer cualquier tipo de apostolado. Lo único que me interesaba era seguir a Jesús donde él quisiera que fuese. Un sacerdote me dirigió a ellas y yo me acerqué: entré en el noviciado en 1987 – tenía 20 años, ahora tengo 52. En mi vida como religiosa no me he arrepentido nunca de ser “atrapada” por Jesús de esta forma.

¿Cuál es el carisma de su instituto?

Nuestro nombre es claro: Hermanas de la Caridad, Hijas de María Santísima del Huerto. Nuestro carisma fundador es la “caridad evangélica vigilante”. La orden nació en 1829 porque en ese momento no había consagradas de vida activa en Chiavari y la única presencia religiosa estaba representada por las hermanas de San Vicenzo, que eran de vida contemplativa. Por tanto, nuestro instituto se fundó respondiendo a la necesidad de “ir donde los demás no podían ir”, en sentido físico, y “responder a todo tipo de necesidades – sin tener un tipo de apostolado concreto – a menos que sea imposible o inoportuno”.

¿De dónde proceden los peregrinos que llegan al santuario?

Artas es un pueblo completamente musulmán, pero nuestro santuario es muy visitado. Los fieles vienen de todas partes, ya sea de Israel o de Palestina, de BeitShour, Beit Jala, Belén, Jerusalén y Galilea. Durante el año muchos vienen a visitar a la Virgen, incluso varios fieles de rito greco-ortodoxo.
¿De qué forma cree que es positiva la presencia del santuario en este lugar?
A menudo me preguntan el significado de nuestra presencia en esta tierra. Me dicen, “pero ¿qué hacéis allí si no convertís a nadie? Todos son musulmanes”. Nosotras no hemos venido a convertir a nadie: estamos aquí para custodiar este pedazo de Tierra Santa que mantiene viva la imagen de la Virgen representada en el Cantar de los Cantares. Creo que se trata de una presencia muy profética porque aquí todos se sienten en casa: los franciscanos, el Patriarcado latino, los musulmanes, los judíos, los armenios, los sirios, los greco-ortodoxos. Aquí todos se sienten hijos, la Virgen los une.

Las hermanas no se ocupan de preparar los dulces que repartimos el día de la fiesta de la Virgen – celebrada el domingo 9 de septiembre – ni las flores para la decoración de la iglesia: lo hacen los greco-ortodoxos. No pedimos donativos pero la providencia llega porque la gente ama a la Virgen.

¿Qué actividades han desarrollado a lo largo de estos años?

En este momento prestamos un servicio que no todas las casas de acogida ofrecen: somos una casa de retiro. Ofrecemos la infraestructura y las condiciones necesarias para que cualquier grupo que venga pueda sentirse como en casa. Cerramos las puertas del santuario de forma que el ambiente sea adecuado. No ofrecemos lujo, ni siquiera tenemos aire acondicionado, pero la gente busca silencio y paz, no comodidad: se trata de recogerse en oración y buscar a Dios. Creo que el mayor servicio que se puede ofrecer es precisamente este: no dejar que los cristianos se olviden del Dios que los ama.

Además de esto tenemos un ambulatorio desde 1901, cerrado hace dos años porque actualmente está impracticable debido al escaso cuidado del terreno que se encuentra delante. Desde la fundación del santuario había un orfanato vinculado a la escuela que acogía a niñas cristianas huérfanas y albergaba también a niños que vivían a una distancia excesiva para que pudieran asistir. Al ver la forma en que las hermanas educaban a estas niñas, los padres musulmanes de Artas pidieron a las monjas abrir una escuela infantil para poder inscribir también a sus hijos. Por eso, en 1974 abrimos la escuela infantil que actualmente cuenta con cincuenta niños musulmanes de entre cuatro y cinco años.

¿Qué significa para usted vivir en este lugar?

Ante todo, para la congregación este santuario es una joya, es realmente algo precioso. Este es un santuario vinculado directamente a Nuestra Señora del Huerto de Chiavari, el lugar que hace referencia a los versículos del Cantar de los Cantares que la describen.

Para mí es como vivir en la fuente de la que bebe nuestra espiritualidad mariana y bíblica. Nuestra pobreza, que nos hace capaces de “ir donde los demás no pueden ir”, nos viene de la gruta de Belén. Por tanto, todo está aquí: el Cantar y la Navidad. Este lugar es la base de toda mi vida.

Giovanni Malaspina