Getsemaní: la belleza en la recogida de las aceitunas | Custodia Terrae Sanctae

Getsemaní: la belleza en la recogida de las aceitunas

Para algunos, su significado en arameo es “prensa de aceite”, almazara. Para otros, la traducción correcta es “prensa de la abundancia”. Como quiera que se traduzca Getsemaní, lugar importante para la vida y la Pasión de Jesús, tiene que ver con los olivos y, en estos días, allí tiene lugar la recogida anual de las aceitunas.

El Huerto de los Olivos se encuentra al este del valle del Cedrón, en el cruce del sendero que sube a la iglesia del DominusFlevit y la concurrida carretera de Jericó. Una parte del jardín está a la entrada del santuario de Getsemaní, donde hay ocho olivos milenarios y seis “jóvenes”, mientras que el resto está en el jardín del eremitorio con sus doscientos veinticinco árboles. Evidentemente, también la tradición de la recogida es milenaria: como podemos leer en la Biblia, ya en tiempos del rey David era frecuente esta práctica, hasta el punto de que el lugar tomó su nombre del uso que se le daba. Allí se encontraba, según la tradición, una prensa que servía para satisfacer la necesidad inmediata de triturar las aceitunas en el menor tiempo posible para obtener aceite de olivavirgen extra.

La recogida se convirtió en un acontecimiento en 2014 cuando fray Diego dellaGassa, responsable del eremitorio, acogió a un caballero del Santo Sepulcro, Enrique, y a su esposa Carolina, para un retiro. De allí nació una amistad duradera y varias colaboraciones voluntarias. Algún tiempo después, al estar los dos muy vinculados al lugar y tener muchos contactos entre amigos y conocidos, decidieron patrocinar la cosecha. “Era la época de la intifada de los cuchillos – cuenta fray Diego – y en Jerusalén había algo de miedo a salir, pero aquello fue un motivo para tener la oportunidad de hacerlo y, sobre todo, para invocar la paz y formar familia”.

En estos lugares la cotidianeidad de los gestos corrientes se convierte en algo más profundo: recoger las aceitunas es un punto de contacto con la experiencia terrenal de Jesús. Son varias las familias que participan y varias las nacionalidades de los voluntarios, así como sus experiencias de vida. “Nunca preguntamos qué tipo de experiencia religiosa tiene la gente que viene, ni si la tiene”, continúa fray Diego, “sin embargo, sabemos que algunas de las personas que han venido y tenían que tomar alguna decisión concreta con respecto a sus vidas, salieron de este jardín con una claridad diferente que, con frecuencia, les llevó a cambiar de rumbo. Los frutos que se recogen aquí no son solo los de la cosecha”.

Cada año se hace una reflexión inicial y se trata un tema diferente. El año pasado se centró en la recolección, sobre el recogimiento y el ambiente de retiro que se respira en ese lugar. A pesar del ruido que llega de la carretera, el ambiente es de recogimiento profundo y de paz, un retiro real y auténtico. Este año el tema central era el icono, una puerta por la que el misterio puede entrar en nosotros. Además de las normas clásicas para no ponerse en peligro, en los avisos iniciales también se incluye una oración por el cuidado hacia lo que se realiza. Recoger también las aceitunas más lejanas aquí no es solo un gesto, sino exactamente lo que el Señor hace con nosotros: si amas, cuidas; no las dejas aparte sino que tienes el deseo profundo de recogerlas.
“Nuestra experiencia aquí – sugería fray Diego en su intervención inicial – debe ser como un icono: una puerta que permitaque el misterio entre en nosotros”.

Muchos recuerdan la experiencia de la cosecha, sobre todo los que llegan al eremitorio de Getsemaní para un periodo de retiro con el deseo de revivir la vida de Jesús. “Saber que aquí tuvo lugar la entrega de Jesús, en este lugar, el preferido de Jesucristo, que en la Biblia aparece ligado a la expresión donde solía ir, es algo realmente fascinante”, declaraba una voluntaria.

Giovanni Malaspina