Getsemaní: fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo | Custodia Terrae Sanctae

Getsemaní: fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo

El jueves 1 de julio, en la basílica de la Agonía en Getsemaní, a las afueras de las murallas de la ciudad vieja de Jerusalén, se celebró la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, presidida por el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal.

El recuerdo de la sangre derramada por Jesús fue objeto de culto desde los primeros siglos de la era cristiana, pero las raíces históricas de esta celebración hay que buscarlas en los relatos sobre la vida de Jesús.  Según la tradición, fue el soldado Longino quien atravesó con su lanza el costado de Jesús para asegurarse de su muerte y, convertido, recogió un jarro de la sangre que brotó del costado atravesado para luego huir a Italia y detenerse en Mantua (Italia) en el 37 d.C., en el lugar donde después se construyó la basílica de San Andrés. En el 804, tras el descubrimiento del jarro enterrado por Longino junto a su tumba, partes de la reliquia de la Preciosísima Sangre fueron trasladadas a la Sainte-Chapelle de Paris (Francia), a la iglesia de la Santa Cruz en Guastalla (Italia), a la basílica de San Juan de Letrán en Roma (Italia), y a la abadía de Weingarten (Alemania).

A lo largo de los siglos, la fiesta empezó a celebrarse en varias localidades y esto llevó al papa Pío X, en 1849, a fijar la fecha de la fiesta el 1 de julio. Con la reforma del calendario litúrgico de 1970, esta fiesta fue sustituida por la solemnidad del Corpus Domini en todos los calendarios litúrgicos excepto en el de Jerusalén, que conserva el culto vinculado al lugar de la Agonía.

En su homilía, el vicario custodial comenzó hablando de la divina sangre de nuestro Salvador. “Siguiendo los pasos de la Biblia, vemos la sangre como un importante elemento de la vida”, comentó fray Dobromir. “En repetidas ocasiones, Dios manda no derramar sangre, no beberla y no comer carne de animales que aún contengan residuos de sangre; porque la sangre es vida, la sangre es sagrada (Dt 12,23)".  Varios lugares en Tierra Santa, recordó el vicario, están marcados por la presencia de la sangre de Cristo: Getsemaní y el Calvario, en particular, son los dos lugares por excelencia a los que los fieles miran para meditar y traducir el sacrificio de Cristo en algo concreto, “en la vida cristiana y en las relaciones con los hermanos”

“Todos nosotros somos pecadores perdonados” subrayó fray Jasztal, hablando del perdón que obtenemos de la sangre preciosa de Cristo. “Quien ha recibido la misericordia de Dios está llamado a devolver el amor a Dios aplicando sin límites la misericordia hacia sus hermanos, porque el perdón fraterno es la consecuencia de la misericordia y del perdón de Dios, que hemos recibido”

“Solo amando y perdonando podemos continuar nuestra vida como salvados y creyentes para, finalmente, poder repetir la confesión de Pablo a los Gálatas: “Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. No anulo la gracia de Dios” (Gal 2,20-21).

En esta ocasión, la piedra que se encuentra dentro de la basílica de Getsemaní fue cubierta con pétalos de rosas rojas por el vicario custodial, en recuerdo de la agonía y de la sangre derramada por Jesús el Jueves Santo. Al final de la celebración, según la tradición, los religiosos y fieles asistentes recogieron los pétalos para llevarlos a sus casas y continuar la meditación sobre la celebración de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Giovanni Malaspina