Ejercicios espirituales del Estudiantado de San Salvador en el Monte Tabor | Custodia Terrae Sanctae

Ejercicios espirituales del Estudiantado de San Salvador en el Monte Tabor

Del 18 al 23 de septiembre. Un año más, según una tradición ya consolidada y canónicamente aprobada, los estudiantes del Seminario filosófico-teológico de San Salvador, Jerusalén, se congregaron para vivir cinco días de ejercicios espirituales en el Monte Tabor, en Galilea.

Tras el tiempo de servicio estival para unos y de vacaciones en patria para otros; el tiempo de los ejercicios es una ocasión única para reencontrarse antes del inicio del nuevo año escolástico y para conocer a los nuevos estudiantes que inician el camino formativo en la Ciudad Santa.

El predicador fue fray Francisco RUFFATO OFM, de la provincia italiana de la Toscaza, quien nos ha introducido en el tema, sugerido por el Maestro, fray Nicolás MÁRQUEZ, del Discernimiento. Las dos meditaciones diarias se desarrollaron, según el método de la Lectio Divina, acerca de algunos iconos evangélicos significativos para el tema elegido.

A modo de introducción el predicador presentó el Icono de la Anunciación (Lc. 1, 26-38) como respuesta a la pregunta: ¿Cuál es significado hacer unos ejercicios espirituales? Al igual que en la escena evangélica hemos enlazado elementos terrenos (una joven concreta, María, una ciudad precisa, Nazaret… etc.), y elementos celestes (el ángel Gabriel, el Espíritu Santo…) de igual modo los ejercicios espirituales deben ayudarnos a ser conscientes de este entramado de lo concreto y la gracia en nuestra historia personal. La vida de todo hombre es un espacio y un tiempo sagrados en los que Dios se revela, antes bien, se hace carne. Son ejercicios son un tiempo fuerte para hacer memoria de la propia historia a la luz de la Palabra de Dios, un tiempo en el que leer la presencia de Dios en la propia vida, para llegar, como María en el Magnificat, a loarlo: memoria de Salvación y Misericordia, incluso en el pecado, porque si transforma en momento de bendición.

Esto supone ser abiertos y disponibles, como el “Fiat” de María, porque, más allá de cualquier exigencia nuestra, Dios pueda, si lo quiere, desbaratar nuestros planes y proyectos. Discernir es de hecho aceptar el proyecto y el plan que Dios diseña para mí, aunque si a veces resulte inesperado o incomodo.

En la segunda meditación Fray Francisco, tomando modelo del comportamiento de algunos hombres y mujeres en búsqueda de Dios, nos introduce en el Evangelio de San Juan. Destacan los discípulos (Jn. 1, 35-51) quienes a la pregunta de Jesús: “¿Qué buscáis?” son invitados a reflexionar, a verificar las razones de su búsqueda; así aparece Natanael, llamado a superar el Escándalo de la Encarnación (¿de Nazaret puede salir algo bueno?) para encontrar en Jesús la nueva escalera de Jacob, el lugar donde Dios se comunica definitivamente al mundo.

Natanael es verdaderamente un arquetipo que indica cuales son los medios para discernir: la Palabra de Dios (”Hemos encontrado a aquel de quien habla la Ley y los Profetas”), los hermanos (es el testimonio de Felipe que despierta en él el ansia por ver al Señor) y la historia (siempre personal y nueva).

Tras una pequeña incursión en el Evangelio de San Mateo (Mt. 15, 21-28) para ver a través del episodio con la mujer cananea, el papel de la oración perseverante y la provocación de Jesús que hace salir de ella toda su fe, esperanza y caridad, hemos vuelto a San Juan para seguir el itinerario de búsqueda de la Samaritana (Jn. 4) cuyo camino es reorientado por Jesús desde una prospectiva meramente horizontal (busca agua para beber) a una netamente vertical (el agua viva que apaga toda inquietud), y cómo no el camino de búsqueda de la multitud (Jn. 6, sobre todo los vv. 24-26), búsqueda destinada al fracaso porque opone resistencia al tentativo de reorientación que Jesús intenta (del milagro de la multiplicación de los panes al significado mesiánico del signo, pero según la idea de mesianismo de Dios): un icono que nos alerta del peligro de la superficialidad en nuestro camino de discernimiento, de la tentación de contentarnos con lo inmediato, de no tender a la salvación definitiva sino a la mediocridad que satisface la exigencia inmediata.

Otro camino que aparece como erróneo al principio, pero que tiene una feliz conclusión es el de María Magdalena (Jn. 20, 11-18): “¿A quién buscas?” es la pregunta destaca en todo el pasaje y que, paralela a aquella dirigida a los discípulos al inicio del Evangelio, crea una grande inclusión literaria, indicando como el camino del hombre sea sobre todo en esta apasionada búsqueda.

La tarde del jueves se celebro una liturgia penitencial, introducida por una meditación sobre el gesto del Lavado de los pies a los discípulos (Jn. 13, 1-15), anticipación de la Pascua y signo supremo de la oblación de amor por parte de Jesús. Gesto que es incluso molesto, pues muestra el rostro de un Mesías inesperado, un Dios que se humilla y sirve al hombre ofreciéndose totalmente, no obstante la traición y el rechazo que se le oponen. Hermosa resulta la imagen de Jesús que reprende sus vestimentas, pero sin quitarse el delantal que se había ceñido, porque su actitud de servicio queda adherida a la vida, debe acompañar nuestra cotidianidad.

La última meditación se sirvió un icono a modo de síntesis de todo el camino recorrido: el encuentro de Jesús Resucitado con los discípulos en el lago de Galilea (Jn. 21, 1-14). A la pretensión de autosuficiencia de Pedro “voy a pescar” que será frustrada “en aquella noche no pescaron nada” responde el hacerse presente el Señor, que transforma la noche en alba: la búsqueda de Dios como sujeto antes que como objeto. En esto consiste el camino de discernimiento, que es, experiencia de Dios “es el Señor” y decisión de seguir su voluntad con prontitud y disponibilidad totales.

Al final de los ejercicios fray Francisco nos invitó a una verificación y puesta en común de todo lo que el Señor nos había estado diciendo en estos días que trascurrimos juntos.

En la cena conclusiva tuvimos la inmensa alegría de compartir la mesa con los jóvenes de la Comunidad de Mundo-X que desde hace algunos días se ocupan de la Casa Nova del Monte Tabor. Fue conmoverte el momento en el que con admirable espontaneidad cada uno de los ocho miembros de la Comunidad se levantó para expresar sus impresiones sobre la Fraternidad franciscana del Seminario y desearnos un feliz camino: la naturalidad con la que estos jóvenes hablaban, no obstante la difícil situación vivida por cada uno de ellos, contrastaba con la dificultad experimentada por nosotros, durante la puesta en común mantenida en la tarde, en la que queríamos contrastar nuestras experiencias vividas durante el retiro. Una lección más, recibida inesperadamente, además de las magistralmente ofrecidas por el predicador, que hizo aún más fructuoso este tiempo fuerte de los ejercicios espirituales.

fray Alessandro Coniglio ofm