Con fray Jad en la enfermería de la Custodia, al servicio de los frailes ancianos

Con fray Jad en la enfermería de la Custodia, al servicio de los frailes ancianos

With Fr Jad in the Custody infirmary, serving the elderly friars
With Fr Jad in the Custody infirmary, serving the elderly friars

La enfermería de la Custodia de Tierra Santa se encuentra en el segundo piso del convento de San Salvador, en Jerusalén: es un lugar apartado, pero que se encuentra en pleno corazón de la comunidad, casi encerrado en su interior, como en una concha, protegiendo y cuidando a los frailes más frágiles y ancianos de la Custodia, los que necesitan más asistencia y cuidados médicos.

Desde el patio se puede ver, en la esquina, la fecha 1955: este es el año en que fue construida la enfermería, tal como es actualmente.

Fray Jad Sara es el responsable de la enfermería de la Custodia. Oriundo de Jerusalén, ocupa este cargo desde hace casi 17 años: «Fue nuestro fundador San Francisco quien nos recordó que cuidáramos de nuestros hermanos enfermos – dice fray Jad –. Por eso siempre nos ha preocupado la asistencia a los ancianos. Ya en el siglo XVI, en Jerusalén, existían la farmacia y la enfermería: pero la ubicación actual, como se lee en la fecha que se puede ver en el segundo piso, se remonta a 1955, gracias a la voluntad de un custodio particularmente sensible a la cuestión de los ancianos enfermos, que se empeñó en que se alojaran en la casa madre, dentro de la comunidad de San Salvador, para que pudieran visitarles todos los demás hermanos.

Cuando llegué aquí, hace más de dieciséis años, desde el principio insistí mucho en la renovación de estos espacios. Y así, gracias también al Custodio de entonces, el actual Patriarca Latino de Jerusalén (S.B. monseñor Pierbattista Pizzaballa), se llevaron a cabo las grandes reformas de 2009, con las que pudimos renovar todas las estancias (que fueron completamente reconstruidas y adaptadas al equipamiento médico), ampliar los baños, la cocina y el refectorio, pero también equipar dos salas de cuidados intensivos y preparar los recintos para el médico y para la farmacia».

La enfermería hoy

Hoy la enfermería acoge un total de 8 frailes ancianos, procedentes de todas las zonas de Tierra Santa: aquí siempre está presente, 24 horas al día, personal de enfermería médica especializado, gracias a un contrato con el hospital San José de Jerusalén. Además, en la enfermería trabajan dos hermanas de la congregación de las Hermanas Franciscanas de Santa Isabel, sor Nila y sor Jessica, «valiosísimas – subraya fray Jad – porque aportan ese toque femenino que tanto ayuda a nuestros ancianos, en las terapias, en el refectorio, en la preparación de la misa y en el acompañamiento diario».

Los espacios de la enfermería son amplios y soleados; todos los días hay misa en la capilla que se abre en la parte central del largo pasillo, y también hay un capellán encargado de la asistencia espiritual a los ancianos una vez al mes. «Lo que más me ha impresionado, a lo largo de los años, es ver cómo en los momentos de oración algunos frailes, quizá los más ancianos y debilitados, vuelven a tener una gran lucidez. Muchos de ellos, cuando se detienen en la capilla de la enfermería, solos, encuentran alivio y tranquilidad».

«Servir aquí, en la enfermería, me ha cambiado – continúa fray Jad –: ha suavizado los aspectos más neuróticos de mi carácter. Poco a poco he ido entendiendo que hace falta apoyar a los ancianos con ternura y paciencia, y he aprendido que con frecuencia los aspectos más ariscos de su carácter empeoran por el sufrimiento y la enfermedad, pero sobre todo por el miedo al dolor. Los mayores necesitan su tiempo, y debemos respetar siempre su estado de ánimo».

En el pasillo, cerca de la gran ventana que da a la ciudad vieja, se encuentra uno de los huéspedes de la enfermería, el padre Carlo Cecchitelli, de 86 años, que fue Custodio de Tierra Santa de 1986 a 1992: «Mi vida – dice el padre Cecchitelli – estuvo siempre ocupada, con numerosos cargos y responsabilidades: ahora, a mi edad, rezo, leo y algunas veces también bajo para reunirme con los otros hermanos, incluso los más jóvenes de la comunidad, a los que siempre me he sentido estrechamente unido. Estoy acostumbrado a estar entre jóvenes, ya que durante 15 años fui rector del seminario internacional en Roma, en Casalotti en la vía Boccea, y después, entre otras cosas, maestro de novicios y promotor de vocaciones».

Fray Jad nos recuerda, finalmente, que siempre se invita a los más jóvenes a subir para visitar a los ancianos de la comunidad, compartiendo un poco de tiempo con estos frailes que representan un tesoro dentro de la Custodia, por la riqueza de su experiencia, de su vida humana y espiritual, de su relación con el Señor.