Celebraciones por la solemnidad del Corpus Christi en el Santo Sepulcro

Al Santo Sepolcro le celebrazioni per la Solennità del Corpus Domini

La solemnidad del Corpus Christi o Cuerpo de Cristo es la fiesta que celebra el sacramento del cuerpo y la sangre de Jesucristo y reafirma la fe de la Iglesia católica en la presencia real de Jesús en las especies eucarísticas.

Las celebraciones en Jerusalén estuvieron presididas por el Patriarca Latino de Jerusalén, S.B. cardenal Pierbattista Pizzaballa, y comenzaron el miércoles 29 en la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, para concluir con la misa solemne la mañana del jueves 30 de mayo.

El origen de la solemnidad en tierras flamencas

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Pocos saben que la primera bula Transiturus de hoc mundo del 11 de agosto de 1264 con la que el papa Urbano IV instituyó la fiesta del Corpus Christi estaba dirigida al Patriarcado de Jerusalén (ocupado por él mismo antes de ser elegido papa) y contenía el nuevo oficio de Santo Tomás de Aquino. A esta siguió una segunda bula con la extensión de la fiesta del Corpus Christi a todo el orbe católico.

El motivo inspirador de la fiesta tiene su origen en Flandes, donde a mediados del siglo XIII el movimiento eucarístico ya era muy activo contra la difusión de doctrinas heréticas para las que la presencia de Cristo no se consideraba real, sino solo simbólica. La monja belga Giuliana de Mont Cornillon (Lieja) y otras reclusas tuvieron una serie de visiones místicas en las que el Señor les hizo comprender la ausencia en la Iglesia de una solemnidad en honor del Santísimo Sacramento.

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Giovanni di Laussane, director espiritual de Giuliana, habiendo obtenido el juicio favorable de varios teólogos sobre esta revelación, (entre ellos el archidiácono de Lieja Giacomo Pantaleone de Troyes, futuro papa Urbano IV) convenció al obispo de Lieja para introducir la fiesta a nivel local, en honor del Corpus Christi, en 1246, fijando la celebración el jueves posterior a la octava de Pentecostés.

Una vez convertido en papa, Urbano IV instituyó en 1264 la solemnidad del Corpus Christi después de los acontecimientos prodigiosos ocurridos en Bolsena, cuando un sacerdote dudoso experimentó durante la misa la transformación de la hostia consagrada en carne sangrante.

La entrada solemne y la vigilia

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La tarde del miércoles 29 de mayo, el Patriarca realizó su entrada solemne en la basílica recibido por los frailes franciscanos y el presidente del Santo Sepulcro, fray Stéphane Milovitch. A continuación, junto con los religiosos, los fieles locales reunidos y algún grupo de peregrinos, el cardenal presidió las primeras vísperas de la solemnidad ante el edículo del Santo Sepulcro.

Después de las vísperas, todos los asistentes participaron en la procesión solemne de los frailes franciscanos a través de los santos lugares que contiene la basílica, para después terminar con las completas. Como prevé la liturgia, durante la noche se celebró el oficio de la vigilia presidido por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, ante el edículo de la tumba vacía.

“El pan con el que Dios alimenta a su pueblo, es Jesús mismo”

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Al día siguiente, tras un nuevo ingreso en el Santo Sepulcro, el Patriarca presidió los laudes y la misa solemne.

«La Eucaristía no es solo un momento de la vida de Jesús, como no lo es de la nuestra: es ante todo un estilo – dijo el Patriarca en su homilía –. Jesús vivió la Eucaristía toda su vida, tomando en sus manos cada experiencia de vida, de alegría y de dolor que le traían con confianza las personas que encontraba. Y siempre le devolvía todo al Padre».

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El cardenal cita la narración de la última cena de Jesús con los suyos: «Jesús, después de bendecir el pan, no lo guarda para sí mismo, no lo come solo, sino que lo comparte con sus discípulos, para que todos se alimenten y todos experimenten que el Padre alimenta». Y hay una novedad. «Jesús – continúa el Patriarca – acompaña este gesto con una palabra que da un nuevo significado a este pan, diciendo que este pan es su cuerpo, que está a punto de ser ofrecido en el altar de la cruz (Mc 14,22). El pan con el que Dios alimenta a su pueblo es el mismo Jesús. Esta es la respuesta a nuestra necesidad de confianza, de vida, de amor y de acogida: Jesús».

La Procesión

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Al final de la misa tuvo lugar la procesión solemne con el Santísimo Sacramento, cantando himnos eucarísticos: tras completar tres vueltas alrededor del edículo (el último incluyendo la piedra de la unción), el Patriarca entró con el Santísimo dentro del edículo.  Luego, la adoración del Santísimo Sacramento por parte de los fieles y la bendición del Patriarca con el Santísimo Sacramento en tres puntos distintos: en el umbral del edículo, delante del altar de María Magdalena y en la capilla franciscana de la Aparición.

En Tierra Santa la celebración es doble: la del Sepulcro mantiene la tradición original y se celebra el jueves. La del convento de San Francisco en el Cenáculo, en cambio, tiene lugar el domingo siguiente y está presidida por el Custodio de Tierra Santa.

Silvia Giuliano

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