
La idea asociada a las condecoraciones parece, en el siglo XXI, reservada sólo a los militares y a las personas de alta alcurnia, o concedidas por los servicios realizados en favor de las naciones, o investigaciones en el campo de las ciencias, artes, espectáculos… y nos preguntamos: ¿Qué puede significar hoy una medalla para quien realiza una peregrinación?
Un signo
“Harás, además, una lámina de oro puro y en ella grabarás como se graban los sellos: Consagrado a Yahvé.”(Ex 28, 36). Solamente en este capítulo aparece cinco veces el verbo grabar. Además, en las Escrituras encontramos la invitación que el Señor hace a todos los hombres de recordar todas sus intervenciones esculpiéndolas. Es por lo tanto un gesto ancestral esculpir en un objeto para que sirva de recuerdo, para tener a la vista un signo de lo que se ha realizado.
Peregrinos de Tierra Santa, ¿para recordar el qué?
Christi amor crucifixi traxi nos: Nos ha traído el amor de Cristo crucificado. Estas palabras, esculpidas en la medalla, comparten el espíritu de san Pablo que dice a los corintios: “Y no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado” (1 Cor 2,2).
Una peregrinación a Tierra Santa no es otra cosa que eso: la confesión de fe en Cristo muerto y resucitado, en una Tierra que Él recorrió a pie.
Signum sacri itineris hyerosolymitani: Signo del santo viaje a Jerusalén.
Así, la medalla es por tanto el signo visible de una realidad vivida y que permanece grabada en el corazón del peregrino. Cada una de las escenas representadas en la medalla evoca por sí misma un lugar, una oración particular, las personas encontradas… En la medida en que caminamos por los caminos de Tierra Santa, nos dejamos penetrar por la Palabra de Dios.
Como el profeta Isaías, el peregrino recuerda: “Pero dice Sión: "Yahvé me ha abandonado, el Señor me ha olvidado." ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente.” (Is 49,14-16).
La Tierra Santa, grabada en el corazón, esculpida en las manos, grabada en una medalla signo para el peregrino y también para aquellos que encontrará al final de una peregrinación que no termina realmente nunca. “Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje”. (Dt 6,6-7).
Hoy más que en el pasado, los cristianos de Tierra Santa esperan de los peregrinos un apoyo que es sobre todo espiritual: su oración y el reconocimiento de que ellos son los que perpetúan la Tradición de una Iglesia viva. Además esperan que se dé a conocer su situación. Venir es también ayudarles favoreciendo la economía y el trabajo en el país.
Obtener la condecoración de los peregrinos de Tierra Santa atestigua también el vínculo que se crea entre los peregrinos y los habitantes del país que se ha visitado. “Estos hermanos, que viven allí donde vivió Jesús y que, en torno a los Santos Lugares, son los sucesores de la antigua y siempre primera Iglesia, madre de todas las Iglesias, gozan de grandes méritos delante de Dios y nosotros tenemos con ellos una gran deuda espiritual: ellos participan cotidianamente de modo totalmente especial en los sufrimientos de Cristo […]. Si su presencia desapareciese, el calor de su testimonio faltaría alrededor de los santuarios, y los Santos Lugares cristianos de Jerusalén y de Palestina vendrían a ser como museos”. Estas palabras de Pablo VI siguen siendo sorprendentemente vigentes.
Un gesto
Además de ser un signo, la condecoración es un gesto: Además de los peregrinos venidos a pie, o de aquellas personas a las que el Custodio quiere recompensar por sus esfuerzos al servicio de la Tierra Santa, en realidad son los mismos peregrinos los que se ganan esta condecoración.
Los donativos monetarios recogidos son otra prueba del interés que el peregrino tiene por la Tierra Santa y las piedras vivas que en ella habitan. Este dinero, en efecto, es sostén y ayuda para las personas pobres y enfermas, según la discreción del Padre Custodio y siempre, cada año, el total de estos donativos se distribuye a los más necesitados.
Condiciones para la concesión
Hoy, las condiciones exigidas por el Decreto (la certificación del párroco) no son necesarias. Sin embargo, las condecoraciones no se suelen expedir. Es necesario acercarse para retirarlas hasta la Secretaría Custodial, donde están los registros actualizados de todos sus beneficiarios.
Como un sello en tu corazón
La intención es que esta condecoración pueda evocar en el peregrino todo lo que la Tierra Santa enseña, las gracias recibidas, los encuentros acaecidos y recordarle aquello que el mismo Señor le pide: “Ponme como un sello en tu corazón, como un sello en tu brazo” (Cant 8,6).