Solemnidad de la Ascensión | Custodia Terrae Sanctae

Solemnidad de la Ascensión

Jerusalén, 1-2 de junio de 2011

La Ascensión es el último paso de la vida terrenal de Jesús. Un último paso sobre una piedra que la tradición coloca en las afueras de Jerusalén, en una zona habitada hoy mayoritariamente por musulmanes. El mismo edículo, una pequeña construcción de planta circular donde se rememora aquel momento, es de propiedad musulmana. Transformada en mezquita en los tiempos de Saladino, antiguamente estaba a cielo abierto mientras que hoy está cubierto por una cúpula.
Sólo en la solemnidad de la Ascensión los cristianos tienen permiso para celebrar aquí oficios y misas.

Este año, los franciscanos se han alternado con los griegos ortodoxos, los armenios, coptos, etíopes y siríacos. Igual que la Pascua, también esta fiesta que recuerda la ascensión al cielo del Salvador coincide en la misma fecha para todas las confesiones cristianas presentes en Jerusalén. Según las reglas del {Status quo}, las celebraciones se han sucedido con horarios precisos en la vigilia del miércoles, 1 de junio, y después en la solemnidad, celebrada el jueves día 2.

Los frailes de la Custodia han sido los primeros en entrar en el edículo, el miércoles por la tarde. Fray Artemio Vítores, vicario custodial, ha presidido los oficios y la vigilia nocturna mientras que el Delegado Apostólico, Mons. Antonio Franco, ha presidido la primera de las numerosas misas que se han celebrado, en distintas lenguas, durante toda la noche.

A las 5:30 a.m. del jueves, el vicario custodial ha presidido de nuevo la misa solemne de la Ascensión. El padre Artemio en su homilía ha recalcado la necesidad de recorrer el camino de Cristo, un camino que se ha concretado en lugares precisos: Belén, Nazaret, Jerusalén y, finalmente, en la piedra sobre la que dio su último paso.

“En el momento de la partida -ha dicho el padre Artemio-, sobre todo cuando se va una persona conocida y amada, siempre hay tristeza. Sin embargo, la invitación de Jesús es a la alegría, a la esperanza y a seguir este camino con Él, que cada día se hace presente en las manos del sacerdote a través de la eucaristía. Junto a María y los apóstoles, también nosotros estamos llamados a testimoniar gozosos esta presencia”.


Texto de Serena Picariello
Fotos de Marco Gavasso